Esperanza Tras Un AbortoMuestra

Emociones: Culpa y vergüenza

Muchas de nosotras buscamos sanación de nuestras experiencias de aborto debido a la culpa y la vergüenza que sentimos. Nos sentimos culpables por haber desobedecido las leyes de Dios, ya sea por el aborto en sí, por habernos quedado embarazadas o por acostarnos con el hombre que nos dejó embarazadas. Muchas de nosotras sentimos vergüenza porque ahora nos vemos como personas rotas y pecadoras a causa de nuestras elecciones. Es como si lleváramos una "letra escarlata", marcada para siempre por nuestros abortos.

El pueblo de Israel sentía algo parecido y, sin embargo, Dios les aseguró, a través del profeta Isaías, que aunque sus pecados fueran como la grana, el Señor los perdonaría y los haría blancos como la nieve.

Dios nos ofrece la misma buena noticia: nuestros abortos, aunque forman parte de nuestra historia, no tienen por qué definir quiénes somos. Cuando nos confesamos y nos arrepentimos ante Dios, nuestra culpa y nuestra vergüenza quedan liberadas. Dios nos invita a acudir a él con nuestros pecados - aunque nos parezcan una "letra escarlata" - para que pueda respondernos con el perdón y con la eliminación de estos sentimientos.

¿Cómo nos confesamos y nos arrepentimos?

Encontramos la respuesta en la historia del hijo pródigo:

En primer lugar, el hijo mira directamente su pecado y su culpa y decide vivir de otra manera.

A continuación, regresa a casa de su padre y, con humildad y vulnerabilidad, admite su culpabilidad.

Finalmente, el hijo se arrepiente cambiando de opinión sobre cómo vivirá y se comportará en el futuro.

Convicción. Confesión. Arrepentimiento.

Con demasiada frecuencia nos impedimos volver a Dios por la vergüenza que sentimos y la condena que nos produce. Cuando respondemos a la culpa condenándonos, eliminamos la posibilidad de perdón, cambio y restauración. Este sentimiento de desesperanza nos hace experimentar niveles intensos de vergüenza y aislarnos de los demás. Por otro lado, cuando respondemos a la culpa con convicción, miramos a nuestra culpa directamente a los ojos y entonces creemos que el cambio puede suceder.

No importa el pecado que hayamos cometido, no importa cuánto tiempo hayamos permanecido alejados de Dios a causa de nuestra vergüenza, las palabras de Isaías 1 y Lucas 15 nos aseguran que Dios siempre responderá a nuestra confesión y arrepentimiento con perdón y aceptación.