El Jesús De Los MarginadosMuestra

La agenda de Jesús

“Me refiero a Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder, y cómo anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38).

Las actividades cotidianas pueden incluir preparar el almuerzo, asistir a clases, estudiar para un examen, realizar una presentación, ir al gimnasio, reunirse con amigos, escribir mensajes o tener un tiempo de reflexión personal. En medio de tantas tareas, es común sentir cansancio y caer en la procrastinación. A veces, incluso, perdemos tiempo en aquello que sabemos que no es una prioridad.

¿Hay algo más en la vida que el reproducir cada día las mismas actividades? ¿Cómo podemos encontrar un sentido y propósito más profundo? Descúbrelo:

Un sábado, día de descanso para la comunidad judía, Jesús se encontraba en la sinagoga de Capernaúm, un pueblo de Galilea. Su primera actividad del día era la enseñanza. Su corazón ardía de pasión al compartir el mensaje del Evangelio: "El reino de los cielos está aquí", invitando a todos a ser parte de él. Miraba a las personas a su alrededor con gran compasión, buscando una respuesta de fe en sus corazones.

Su enseñanza se vio interrumpida por un hombre poseído por un demonio, prisionero de las tinieblas, que no había encontrado paz en la sinagoga, el lugar de adoración. Jesús reprendió al demonio y el hombre experimentó la libertad que anhelaba.

Luego, Jesús se dirigió a la casa de Simón, uno de sus seguidores, donde su suegra se encontraba gravemente enferma. Se inclinó sobre ella, reprendió la fiebre y la mujer se levantó de inmediato. Sin importar que fuera sábado, ella comenzó a servirles.

El día transcurría rápidamente. En la aldea se murmuraba todo lo que había sucedido ¡Qué enseñanza tan profunda! ¡Con solo un par de palabras ese hombre fue libre! ¡Parecía que conocía mi corazón! ¡Dios no nos ha olvidado! ¡Ha llegado el tiempo de la alegría y el gozo! Al ponerse el sol en Capernaúm, anunciando el momento del descanso, una multitud de personas enfermas se reunió frente a la casa de Simón. Sus ojos llenos de resignación y sus manos vacías reflejaban la esperanza que habían encontrado al escuchar sobre los milagros realizados durante el día. Tal vez este hombre que viajaba por las aldeas podría traerles alivio.

A pesar de un día lleno de actividades, Jesús aún tenía la energía y la disposición para atender a la multitud que lo esperaba. Si bien tenía el poder de realizar un milagro simultáneo, decidió dedicar tiempo a cada persona. Para él, cada uno era importante y merecía no solo el alivio físico, sino también el consuelo y el amor del Padre. Puso sus manos sobre cada uno, los miró a los ojos, los escuchó, los atendió y se compadeció de sus dolores.

Al amanecer del siguiente día, Jesús se retira a un lugar solitario para orar. Esta era su forma habitual de comenzar cada jornada.

Jesús nos muestra que en el corazón de su agenda siempre hay tiempo suficiente: tiempo para tener un encuentro personal con el Padre, tiempo para atender a los necesitados, tiempo para compartir las buenas nuevas del Evangelio, tiempo para mirar a los ojos, para tocar, para amar.

En un mundo donde el tiempo parece no tener sentido y donde valoramos más las relaciones virtuales y los deseos propios, Jesús nos invita a reorientar nuestro corazón hacia lo real, hacia el otro, hacia el prójimo y hacia la construcción del Reino de Dios.

Reflexiona …

• ¿A qué dedicas el tiempo de tu jornada?
• ¿Mi agenda diaria, alcanza a enseñar-orientar a otros por el camino del Evangelio, a sanar heridas abiertas y sufrimientos de otros, a orar para recibir la fuerza que Dios me brinda?
• Jesús “se acercó, la agarró de la mano, la levantó”. ¿Cuál es nuestra actitud ante el sufrimiento? ¿Nos interpela el de los demás o sólo el nuestro y el de los nuestros?
• ¿Dedico ratos serenos y solitarios a la oración que me lleve a escuchar la voz del Padre? ¿Qué experiencias tienes de encuentro con Dios?