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«El primer mandamiento dado a la  humanidad»

En Génesis 1:28, vemos el primer mandamiento que Dios da a la humanidad. Tiene dos partes que resaltan y tienen la misma fuerza, la primera que seamos fructíferos; la segunda que gobernemos toda la tierra.  Es digno de notarse, que los dos mandamientos expresan la imagen de Dios que portamos, esta verdad ya se estableció en el devocional de ayer, somos portadores de la imagen de Dios. 

Puesto que somos portadores de la imagen de Dios, compartimos el trabajo de Dios. Este trabajo incluye crear vida humana por medio de la procreación y administrar o gobernar la creación de Dios. Los dos mandamientos, reflejan nuestra identidad como portadores de la imagen de Dios, ponen de manifiesto en lo natural el mandato dado por Dios.

Es sorprendente que el primer mandamiento de Dios, involucre el sexo. El punto del mandamiento no es el acto sexual en sí mismo, sino procrear hijos, para ser fructíferos. Dios nos dijo que seamos fructíferos y nos multipliquemos. Sin embargo, el mandamiento involucra de manera implícita, el acto sexual, porque no hay procreación sin involucrar el sexo, los órganos sexuales, las células sexuales. Cuando se trata de sexo, Dios no se avergüenza. Él lo creó. El sexo es idea de Dios, es creación de Dios y regalo de Dios a la humanidad. Dentro del contexto del matrimonio, el sexo es saludable y enteramente bueno. 

El segundo mandamiento, es el cargo de gobernar la tierra y todo lo que hay en ella. Frecuentemente se referencia como el «mandato cultural». Tenemos el privilegio de gobernar la creación, pero nuestro gobierno no es como el gobierno de un dueño o propietario; sino el gobierno de un mayordomo o administrador; uno que está encargado de administrar lo que se le entregó, y rendirá cuentas al dueño, al propietario.  Gobernamos como los representantes de Dios aquí en la tierra. Tenemos una responsabilidad de cuidar la tierra, las plantas, animales; toda la creación, usar lo que necesitamos para nuestro beneficio, pero no es licencia para destruirla. Este es nuestro llamado como humanos: ser fructíferos y gobernar la creación.