Paz en Lo DesconocidoMuestra

“No se preocupen por el día de mañana, porque el mañana traerá sus propias preocupaciones. Cada día tiene ya sus propios problemas” (Mt. 6:34).

Enfrentar lo desconocido puede ser abrumador, pero tomar acción gradual y planificada nos ayuda a superar el miedo. Dividir el objetivo en pasos más pequeños y alcanzables nos permite avanzar de manera progresiva, ganando confianza a lo largo del camino. Uno de los temas recurrentes en la Biblia es que, con Dios, vamos un paso y un día a la vez, caminando con fe y obediencia al mandato del Señor.

Al observar la vida de Abraham, descubrirás que él se movió con Dios un día y un paso a la vez; Dios le pidió que caminara por fe hacia un lugar que no conocía, es decir, que se moviera hacia un futuro desconocido. Abraham fue capaz de dar este paso con nada más tangible que esta promesa de Dios: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Gén. 12:1).

El escritor de Hebreos dice: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11:8). El Señor no desplegó ante Abraham un plan detallado y organizado. En vez de eso, simplemente le dijo: “Reúne a tu familia, empaca tus pertenencias, deja a tus parientes y vete a un lugar del que te voy a decir”.

A los setenta y cinco años, a Abraham se le pidió que confiara plenamente en la fidelidad de Dios para sostenerle durante todo su peregrinaje hacia la tierra prometida. No le fue dada una ruta específica ni un plan detallado. Dios no le dio una explicación amplia de cómo bendeciría a las naciones de la tierra a través de su fe y devoción hacia el Señor. Tampoco le advirtió sobre los posibles peligros que sin duda enfrentaría durante su viaje.

Finalmente, Abraham salió sin saber a dónde iba. Todo lo que tenía sobre lo cual descansar era esta promesa: “Te mostraré y te bendeciré”.

Su esposa, Sara, probablemente no era diferente a cualquier mujer de nuestros días. Ella pudo haber hecho las preguntas que cualquier esposa haría: “¿Vamos al sur o al norte? ¿Qué clase de ropa debo empacar? ¿Nos acomodaremos en algún lugar o estaremos siempre mudándonos?”. Todo lo que Abraham podía contestar era: “Dios dijo que vayamos, así que nos vamos. Él nos mostrará el próximo paso tan pronto como comencemos a movernos”.

Querido lector, no sé si te ha pasado llegar a pensar que, a veces, cuando Dios nos manda a hacer algo y obedecemos, todo va a salir bien. Nosotros pensamos que Él estará agradecido por nuestra obediencia, así que nos pondrá en una carretera de cuatro carriles hacia la bendición.

Abraham tenía una promesa de Dios, pero en el camino tuvo que pasar por el desierto del Néguev, montañas cubiertas de nieve, otro desierto y enfrentarse al pueblo guerrero de Canaán. Luego terminó en medio de la hambruna en Egipto. ¡Me alegro de que Dios no le dijo a Abraham acerca del camino que tendría que sortear! Lo cierto es que este camino en particular no era como ninguno que Abraham hubiera tomado jamás. Sin embargo, a través de todo, él nunca estuvo en peligro. Nadie podía tocarlo. Dios era su escudo y protector todos los días. Y a causa de su fe, Abraham se estaba convirtiendo en un amigo de Dios.

¿Qué tal tú? ¿Cómo evalúas tu obediencia al caminar por fe en la senda de Dios? ¿Un día y un paso a la vez en obediencia o en algo incierto que no tiene sentido para ti?

“Confía en el Señor de todo corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus sendas” (Prov. 3:5-8).

¡Medita en esto!