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¡No Más Miedo!

DÍA 2 DE 5

Jesús usa las tormentas inesperadas y que nos sobrepasan para que confiemos en quién es Él.

Ayer aprendimos que el miedo es como una expresión de nuestra limitación como criaturas no soberanas y dependientes de Dios. Sin embargo, también debemos cultivar la noción de que tener miedo es una buena oportunidad para ejercitar la fe. Es lo que Jesús les dice a sus discípulos en la famosa historia de la tempestad.

Es cierto que en los momentos donde nos sabemos descubiertas o que enfrentamos situaciones fuera de nuestro alcance experimentaremos temor de lo que pasará. La tormenta se desató y, ¿Qué podían hacer los discípulos ante un fenómeno como este? La realidad es que nada. Y lo que representa la tormenta son situaciones en la vida que nos superan (de hecho, todas; lo que pasa es que algunas ya hemos aprendido a manejarlas). Circunstancias que nos dejan en la gran necesidad de buscar ayuda celestial. Recuerda que ninguno de los discípulos podía calmar esa tormenta porque están diseñadas para que las llevemos en dependencia de Dios.

Aunque no siempre tiene que ver con falta de fe, el miedo sí está anclado a la perspectiva de una situación o de cómo te percibes a ti o a otros. Los discípulos fueron al lugar correcto: a buscar a Jesús y «Él les contestó*:“¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?”.» (Mt 8:26), nota que Jesús no los reprende por buscarlo, sino que los está enseñando a que tengan fe para que lo conozcan más. Por lo que, cuando Jesús calma el mar, los discípulos dicen: «“¿Quién es Este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?”.» (Mt 8:26).

¡Este! Es el Señor, Soberano Creador y dueño de todo y de todos. Tenemos miedo porque no podemos controlar nada; porque nuestra perspectiva está nublada para ver como Dios ve; tenemos miedo del dolor o de no saber manejar una situación; de la muerte nuestra o de alguien más; sea cual sea el miedo, además de expresarlo a Dios, ejercita fe en quién es Él. Te aseguro que esto aclara la perspectiva y te pone en el contexto de tu destino final y su gloria. Recuerda que cuando crees que Él trae descanso y paz a tu alma, Él es tu ayuda.

  • Aprende: ¿Por qué tienes miedo?
  • Vive: ¿De qué tienes miedo? Ponte en el lugar de los discípulos, ¿por qué cosas le clamas a Jesús y en dónde necesitas ejercitar tu fe? Escribe las promesas que conoces y memoriza los versículos; escríbelos y vívelos cada día.
  • Lidera: ¿Qué amiga necesita escuchar una promesa de Dios en sus momentos de miedo? Escríbele.

Oración

Amado Padre, gracias por todo lo que nos has dado. Perdónanos porque a veces solo te clamamos por ayuda, pero no dependemos de ti por fe. Ayúdanos a ejercitar nuestra fe en quien eres: justo, santo, fiel, misericordioso, amoroso, perdonador, ayudador y demás. Tráenos a memoria tu Palabra para santificarnos. En Cristo Jesús. Amén.

Escrituras

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