La Historia De Las CometasMuestra
Juan llegó a nuestra ciudad con el sueño de muchos jóvenes: estudiar en la universidad y hacerse profesional. No contó con buena fortuna. Las universidades no le dieron el cupo deseado en el programa de medicina. Sumado a que no era precisamente un estudiante destacado en lo académico, Juan terminó estudiando una y otra cosa, con el ánimo de pasar el tiempo más que por titularse en alguna disciplina. No se veía muy preocupado por esto como debería, ya que su mamá, en un pueblo distante, hacía sacrificios enormes para sostenerlo con la esperanza de que su hijo fuera algún día un medico respetado.
Juan le mentía a su mamá. Mientras ella, madre cabeza de familia, le imaginaba juicioso, estudiando en la principal universidad pública de la ciudad, Juan se la pasaba experimentando todo lo posible en la vida citadina. Después de un año este círculo de mentiras afectó a Juan. Ya se le veía estresado y preocupado. Algunos de sus amigos sospechábamos que estaba involucrado en drogas o cosas ilícitas. No advertimos que bajo la superficie de estos problemas había un hambre mayor, hasta el día en que algunos lo encontramos en el hospital universitario. Para nuestra sorpresa, sabiendo que no era estudiante de medicina, ni mucho menos haciendo su internado, Juan se paseaba por los pasillos del Hospital Universitario con su bata blanca y su estetoscopio al cuello como todo un médico, revisando aquí y haciendo sus comentarios allá.
Por supuesto toda esa falsedad debería ser denunciada. Cuando otro amigo, estudiante de medicina, se acercó a reconvenirlo por su mentira y falsedad en documentos, que ponía en peligro la salud de los pacientes, constató dónde estaba realmente el problema. Juan no solo había falsificado un carné para ingresar al hospital, sino que se había cambiado el nombre. Ahora se hacía pasar por John Jones. Lo que todos sus amigos sabíamos sobre este nombre era justamente lo que dejaba ver dónde estaba la verdadera angustia existencial de Juan. Lo más importante para él no era ser médico, o codearse con profesionales, o satisfacer a su mamá. Juan se hacía llamar Jhon Jones porque quería tener un papá.
En nuestro círculo de amigos, por aquellos días, si a cualquiera de nosotros nos preguntaban por un padre perfecto, todos señalaríamos a Jack Jones, quien era un misionero cristiano que trabajaba con estudiantes universitarios. Poseedor de un espíritu afable sumado, a su gran educación y su bien ganada reputación, Jack era de esas personas puras, nobles, serviciales, sabías y respetables con las que uno quiere siempre estar. Juan, en el fondo, quería ser hijo de Jack.
“Y yo sé que, en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Rom. 7: 18-20).
No ser nadie más que tú mismo en un mundo que hace todo lo posible día y noche para que solo seas alguien más significa luchar la más dura batalla que cualquier ser humano pueda luchar y nunca dejar de luchar” (E.E. Cumming).
Escrituras
Acerca de este Plan
Todos anhelamos un padre perfecto, aún quienes podemos sentirnos agradecidos por el padre terrenal que nos crió. Todos somos huérfanos en busca de un hogar donde seamos incondicionalmente aceptados, amados y dignificados tal y como nuestro corazón hambriento nos reclama. No tengo idea de cómo siguió su vida nuestro antiguo amigo Juan. Después de que fuera denunciado, el hombre “desapareció del mapa”. Aunque algunos nos demoramos en descubrir nuestra orfandad, todos y cada uno de nosotros anhelamos un padre perfecto.
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