La Historia De Las CometasMuestra
Todos anhelamos un padre perfecto, aún quienes podemos sentirnos agradecidos por el padre terrenal que nos crió. Todos somos huérfanos en busca de un hogar donde seamos incondicionalmente aceptados, amados y dignificados tal y como nuestro corazón hambriento nos reclama. No tengo idea de cómo siguió su vida nuestro antiguo amigo Juan. Después de que fuera denunciado, el hombre “desapareció del mapa”. Aunque algunos nos demoramos en descubrir nuestra orfandad, todos y cada uno de nosotros anhelamos un padre perfecto. En mí libro “Conectados – La gracia de la reconciliación” Pretendo responder a esa búsqueda que tanto anhelamos.
En nuestra congregación, una de las dinámicas que más apreciamos ocurre cada año en un retiro que llamamos “Hijos Reconciliados”. El impacto, la sanidad y liberación que ha generado en muchas personas ha sido significativo, no solo para quienes lo dirigimos, sino también para quienes participan. Por lo general cada vez que algún miembro del equipo realiza la pregunta de apertura al auditorio nos estremecemos al ver enseguida la respuesta obtenida.
La pregunta es simple, pero significativa: “¿Cómo debería ser un padre perfecto?”. Enseguida los participantes escriben en un papel sus respuestas la descripción no puede ser más ideal. En sus hojas, los recién llegados al retiro escriben palabras como: Paciente, protector íntegro, tierno, amoroso, sano, proveedor, bueno, presente dedicado, animador, afirmador, perdonador, abrazador, sabio.
Después de esto el facilitador les pregunta si tuvieron un papá así. La inmensa mayoría, sino todos, respondemos que NO. En términos generales NO tuvimos un padre así. Y ahí llega “la Bomba” cuando el facilitador nos informa que en Dios “¡YA TENEMOS UN PADRE ASÍ!”.
La orfandad es una pandemia mundial creciente. Las estadísticas muestran con amplitud que los niños cada vez tienen menos la oportunidad de crecer al lado de sus padres. Por esta razón lo llamo una pandemia creciente.
La orfandad se ramifica en múltiples manifestaciones. El autor Bruce Brodowski sostiene que quienes sufren del “síndrome del corazón huérfano”, presentan más o menos los siguientes problemas emocionales y comportamentales que demandan sanidad:
· Incapacidad para elaborar relaciones sanas duraderas.
· Rechazo a la autoridad.
· Una desconfianza generalizada hacia los líderes.
· Falta de dirección clara en sus vidas.
· Incapacidad para tomar decisiones claves y estratégicas para su vida.
· Inconsistencia en relaciones que desarrollen sana intimidad emocional.
· Sentido de que “al final lo rechazarán de todas maneras”.
· Incómodo sentido de fracaso, de “no ser lo suficientemente bueno”.
· Un inexplicable impulso a buscar el éxito para “siempre ganar y demostrar quién se es”.
Esta no es una lista exhaustiva, por supuesto, pero uno tiene ese timbre interno que se lleva a reconocer que “esto puede ser lo que a mí me pasa”. Y así es, la historia de cada uno de nosotros está marcada por esos vacíos y esas disfunciones.
“También dijo: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente” ( Lc. 15: 11-13).
Escrituras
Acerca de este Plan
Todos anhelamos un padre perfecto, aún quienes podemos sentirnos agradecidos por el padre terrenal que nos crió. Todos somos huérfanos en busca de un hogar donde seamos incondicionalmente aceptados, amados y dignificados tal y como nuestro corazón hambriento nos reclama. No tengo idea de cómo siguió su vida nuestro antiguo amigo Juan. Después de que fuera denunciado, el hombre “desapareció del mapa”. Aunque algunos nos demoramos en descubrir nuestra orfandad, todos y cada uno de nosotros anhelamos un padre perfecto.
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