SERIE – ESPÍRITU SANTO - La blasfemia contra el Espíritu SantoMuestra
La sanidad del hombre ciego no se podía negar; la obra del Espíritu Santo a través del Mesías prometido tampoco. La evidencia de que Jesús obraba verdaderos milagros era clara e irrefutable. Entonces, ¿qué hacer? Cuestionar la fuente del poder de Jesús. Atribuyeron al diablo la obra del Espíritu Santo. Llamaron malo a lo bueno, oscuridad a la luz; impuro a lo que realmente era puro; ¡llamaron inmundo al Espíritu Santo, y a propósito! Los fariseos convencieron al pueblo que aunque Jesús hacía milagros, no era de Dios. El pecado de los fariseos era premeditado, a sabiendas. Era una irreverencia desafiante. Fue la culminación de un largo proceso de rechazar a Cristo y su obra. La blasfemia contra el Espíritu Santo era el rechazo final de la gracia de Dios. Habían fijado su curso y Dios iba a dejarlos navegar sin restricciones hacia la perdición. “Qué aflicción para los que dicen que lo malo es bueno y lo bueno es malo…”, Isaías 5:20 (NTV). Lo que era obviamente bueno y de Dios, los fariseos lo llamaron malo y del diablo. En la Ley de Moisés no había sacrificio para el pecado deliberado. En Números 15 se describe la expiación para los pecados no intencionales, pero si la persona “sabe lo que yo quiero y a propósito no lo hace, esa persona me ha ofendido… aquellos que descaradamente violen la voluntad del Señor… blasfeman contra el Señor… Puesto que trataron la palabra del Señor con desdén y desobedecieron su mandato de manera deliberada, deben ser completamente excluidos y sufrirán el castigo por su pecado”, Números 15:30-31 (TLA, NTV). Lo que se condenaba era la transgresión audaz, atrevida y deliberada de aquellos que a sabiendas desafiaban a Dios. Elí y sus hijos son un claro ejemplo. Ellos eran sacerdotes y sabían muy bien lo que a Dios le agradaba; sin embargo, pecaban a propósito: “Por eso juré que los pecados de Elí y los de sus hijos jamás serán perdonados…”, 1º Samuel 3:14 (NTV); Isaías 22:14; Hebreos 10:26-27. El pecado de los fariseos no era por ignorancia, ni fruto de una acción impulsiva sino el resultado de un continuo y obstinado rechazo hacia Jesús, su mensaje y su obra. Dios perdona todo pecado (1ª Juan 1:9) y su misericordia llega hasta el cielo (Salmos 36:5), pero cuando se rechaza permanentemente la voz del Espíritu que intenta convencernos de pecado no hay gracia que pueda alcanzarnos. Cuando una persona, a pesar de ser confrontada por el Espíritu, no quiere arrepentirse ni reconocer su pecado está rechazando el perdón que Dios le ofrece y está cometiendo el pecado imperdonable. La blasfemia contra el Espíritu Santo es el resultado de un progreso gradual en el pecado: primero se entristece al Espíritu (Efesios 4:30); si no hay arrepentimiento esto conduce a resistirlo (Hechos 7:51) y finalmente esto lo apaga, 1ª Tesalonicenses 5:19. No hay perdón ni en este siglo ni en el venidero para una persona que rechaza el llamado del Espíritu para confiar en Jesucristo y muere en la incredulidad. La solución es ésta: “El Espíritu Santo nos dice que si hoy escuchamos su voz no debemos endurecer el corazón...”, Hebreos 3:7-8 (NT-BAD).
Acerca de este Plan
Esta serie tiene el fin de ayudarte a contestar las preguntas más comunes acerca del Espíritu Santo, con el fin de que lo conozcas y puedas entablar una amistad con Él.
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar