VINE A ADORAR (Parte 1)Muestra

DAME DE BEBER

“Dame de beber”, le dijo Jesús a la mujer de Samaria que estaba junto al pozo. Estas palabras fueron la excusa perfecta para acercarse a ella y salvar su vida, sin embargo, encierran algo más profundo. Encierran el deseo del Espíritu. Más adelante en esta historia, Jesús dice que el Padre está buscando adoradores que adoren en espíritu y verdad. El Padre tiene sed de corazones que se derramen en genuina adoración. El Señor nos dice hoy “Dame de beber” de esa amistad, de esa relación honesta sin máscaras, sin religiosidad y sin prisa. “Dame de beber” de tu obediencia y rendición. El Espíritu Santo busca a alguien que lo desee, que lo anhele.

¿Te has sentido rechazado en algún momento por alguien que pensaste que era un verdadero amigo? ¿Algún amigo te traicionó, demostrando que no era una persona honesta? De igual forma, el Espíritu Santo anhela entrar en amistad contigo, pero se hiere cuando aparentamos ser algo que no somos delante de Su presencia. Él tiene sed de una relación sin apariencias. Nuestro amor y adoración deben ser sin fingimiento. Tiene sed de hablar por horas con cada uno de nosotros. Es imposible adorar cuando hay religiosidad. Esto le pasó a la mujer samaritana, ella adoraba lo que no entendía ni conocía. Había religión mas no relación. La base para una genuina adoración es el conocimiento. No podemos amar lo que no conocemos. Amamos a Dios porque hemos conocido quién es Él y Su perfecta obra en la cruz, pero de no haber conocido lo que hizo por nosotros no podríamos amarlo. El pueblo de Israel, en el Antiguo Testamento, no conoció la obra de la cruz, pero sí a un Dios que los libró de los carros del Faraón de Egipto, que abrió el Mar Rojo y les dio maná para comer y agua de la roca. Ellos tenían el conocimiento de un Dios que los amó, los escogió y los libertó. Al pasar las generaciones se fue enfriando este amor y se volvió religión. Hoy Dios está levantando una nueva generación que sacie Su sed de amor. ¡Determina ser un adorador que sacie la sed de amor que tiene el Espíritu de Dios!