Navidad Es Una Promesa CumplidaMuestra

Finalmente, Navidad nos permite que la promesa fue cumplida en todad su plenitud. Desde la primera Navidad, Dios quiso envolver este evento en algo extraordinario. Tanto, que unos Magos de Oriente decidieron emprender un largo y arduo viaje hacia el oeste, siguiendo el brillo de una estrella particular, con el propósito de celebrar el nacimiento del Unigénito Hijo de Dios.

La primera Navidad fue tan inusual que incluso un grupo de pastores, quienes pensaban que lo habían visto todo, se llenaron de gran temor. Dejaron sus rebaños apresuradamente para conocer al recién nacido, y después no pudieron guardar silencio ante un suceso tan especial:
“¡El Salvador, sí, el Mesías, el Señor, ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David!”
«Y todos los que lo oyeron se maravillaron de las cosas que les fueron dichas por los pastores» (Lc. 2:18).

Nuestra imaginación se enciende al pensar en las conversaciones del posadero y la gente del pueblo después de los anuncios de los pastores:
—¿Alguien los vio llegar? —preguntarían.
—¿Alguien comentó sobre el embarazo de la joven que iba montada en un burro?

—Estamos en pleno censo —respondió un maestro de la ley.
—¿Habrán encontrado un lugar digno para que naciera su hijo? —replicó una anciana que escuchaba la conversación.

—¿En un establo? ¿Tenía que nacer el Salvador, el Mesías, nuestro tan anhelado Rey, en un establo? ¡No puede ser! —exclamó el posadero.

—El establo apesta, como todos los establos. Huele a orina, estiércol y ovejas.
El suelo es duro, y el heno, escaso. ¡No puede ser que Él haya nacido en un lugar así! ¡Qué largo y extenuante debió ser el viaje para ellos! —comentaron todos al unísono.

Los trapos que mantenían al bebé calentito eran como las túnicas de la eternidad. La sala dorada del trono había sido cambiada por un sucio corral de ovejas, y los ángeles que lo adoraban en su santo templo habían sido reemplazados por humildes pastores, asombrados y desconcertados.

Mientras la mayoría de las personas caminaban desapercibidas, el cielo estaba de fiesta. Los coros angelicales celebraban al ver a Su más preciado Hijo enviado en medio de nosotros.

El Omnipotente, en un instante, se hizo vulnerable.
El que había sido Espíritu se hizo traspasable.
Aquel que es más grande que el universo se envolvió en pañales.

Navidad es, por tanto, una hermosa temporada para desligarnos de nuestra constante compulsión por ganar, controlar, cortejar y guerrear. Es el momento para bajar la guardia, colgar nuestras armaduras, detener nuestra acelerada y desenfrenada vida por un instante, y revestirnos con los colores de la Navidad. Colores que, de alguna manera, evocan eternidad mientras miramos hacia el cielo, buscando una vez más la estrella de Belén.

Al cantar:
«Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad» (Lc. 2:14).

¡Celebra esto!

Equipo TopCristianos

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