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La Humildad y la Servidumbre

En este pasaje, el apóstol Pablo nos presenta a Jesús como el ejemplo perfecto de humildad y servidumbre. Él, siendo Dios mismo, se despojó de su gloria y se humilló, tomando la forma de siervo para cumplir el propósito del Padre. Jesús no solo se hizo humano, sino que vivió una vida de servicio y obediencia total, hasta el punto de entregar su vida en la cruz por amor a nosotros.

La verdadera humildad no se trata de pensar menos de uno mismo, sino de pensar en uno mismo menos. Es estar dispuesto a servir a otros sin esperar reconocimiento o recompensa, tal como Jesús lo hizo. Dios nos llama a vivir con una actitud de servicio, sacrificio y humildad, siendo ejemplos para otros de lo que significa seguir a Cristo.

Jesús nos enseñó que la grandeza en el reino de Dios se mide por nuestra disposición de servir. Su acto de lavar los pies de sus discípulos ilustra que debemos adoptar una actitud de humildad incluso en las tareas más simples y aparentemente insignificantes. Además, la libertad que tenemos en Cristo nos llama a servir a otros con amor, dejando a un lado nuestro orgullo y buscando el bienestar de nuestros hermanos.

El Señor nos recuerda que el liderazgo en su reino se encuentra en la servidumbre; quienes desean ser grandes deben ser siervos. Además, cuando elegimos humillarnos, Dios nos otorga su gracia y nos eleva en su tiempo perfecto. Humillarnos bajo su mano poderosa es el camino para ser exaltados según su voluntad y propósito.

Oración

Señor, ayúdame a tener la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Enséñame a ser humilde y a servir a los demás con un corazón sincero. Que cada día pueda despojarme de mi orgullo y egoísmo, buscando siempre reflejar tu amor a través de mi servicio. Amén.