La bondad es una decisión, no una reacción

Ser bueno no es lo mismo que ser pasivo o ingenuo. La bondad bíblica no se trata de “quedar bien” ni de evitar conflictos, sino de actuar conforme al corazón de Dios. Es buscar activamente el bien del otro, aun cuando cueste. Es construir, proteger, sanar, afirmar. Es actuar como lo haría Jesús.

La bondad es contracultural porque no espera retribución. Se entrega sin cálculo. No se pregunta “¿qué gano yo con esto?”, sino “¿qué necesita el otro que yo puedo ofrecer?” A veces ser bueno significará decir la verdad con amor, intervenir cuando todos miran a otro lado, o hacer el bien incluso cuando no hay aplausos.

Dios es bueno contigo todos los días. Te guía, te corrige, te cuida, te consuela. Su bondad no es intermitente ni depende de tu comportamiento. Imitar esa bondad requiere valor, porque implica vivir con intención y sensibilidad en un mundo que muchas veces es frío, indiferente o egoísta.

Elige lo mejor:

Haz del bien una práctica, no una excepción. Decide ser parte de la solución en lugar de observar el problema.

Desafío para el día:

Haz algo bueno por alguien sin que lo pida ni lo espere. Puede ser una ayuda práctica, una palabra de aliento, un tiempo de calidad. No lo compartas con nadie; guárdalo entre tú y Dios.