Sabios Ante La OfensaSample
Tus métodos no son Sus métodos
La economía de Dios en Sus acciones y designios es, sin duda, muy diferente a la nuestra. De manera natural, cuando no le conocíamos, nuestra inclinación era la misma exactamente que la del malo que ahora nos ofende. El que hace injusticia podríamos ser cualquiera desde nuestra propia naturaleza, y solo por gracia podemos desarrollar algo de bueno en nosotros. Si sucede, es porque Dios nos lo permite.
Teniendo esto en cuenta, y entendiendo que cualquiera de nosotros podríamos hacer exactamente todo aquello que el perverso hace, vayamos un paso más allá: ahí nos daremos cuenta también de que, incluso reconociendo a Dios, y a pesar de saber sobre Su carácter y métodos, solemos aún pensar de forma muy similar a cómo piensan quienes no le conocen. Dicho de otra forma, solemos estar muy aferrados aún a lo que nosotros consideramos verdaderamente justo.
Nuestra economía debería ser la de Dios, pero seguimos
- pensando que más vale mucho que poco,
- anhelamos el éxito del malo,
- vemos su crecimiento con envidia,
- y llamamos “ser tontos” a la prudencia, la palabra suave, o el saber hacer.
- Luego, quizá, lo reconsideramos, pedimos perdón a Dios por no pensar como Él piensa...
- pero nuestra primera impronta nos ha llevado en la dirección equivocada.
Dios, sin embargo, es rico en misericordia, y una y otra vez nos rescata de nosotros mismos y de nuestra vana manera de pensar, también frente a la ofensa. Aunque creamos que quien realmente “gana la partida” es el que reacciona como los fuertes, hay un poder increíble y sobrenatural en actuar como el Maestro, que es manso y humilde.
El poder de quien tiene control sobre su propio carácter, quien se somete al Espíritu para dejar que sea Dios quien actúe, y no su propia carne –por mucho dolor que sienta– ese es quien tiene verdaderas posibilidades de “tomar esa ciudad” difícil y fortificada, hacer lo correcto ante la situación de ofensa, y poder ver con asombro y gratitud lo que Dios puede hacer en ello, desde Sus propios métodos y no los nuestros.
Limitamos grandes dosis de bendición por hacer las cosas a nuestra forma. Cuando quizá aspiramos a Sus valores, pero queremos llegar allí por nuestros métodos, el milagro no se produce. Simplemente nos perdemos contemplar que Dios es Dios, y que solo Su orden convierte la maldición en bendición para los que le amamos.
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La ofensa (y el dolor que trae) son experiencias universales. También lo mal que reaccionamos ante ellas. ¿Actuamos bien ante el dolor real, frente a un golpe palpable, ante algo que va mucho más allá de sensibilidades o de tener “la piel demasiado fina”? ¿Cómo responder SABIAMENTE ante las afrentas? Proverbios 16 nos da una estupenda hoja de ruta. ¿La exploramos juntos?
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