Sabios Ante La OfensaSample
Delega en quien puede manejarlo
El ejercicio de delegar es, posiblemente, uno de los que más nos cuesta como seres humanos. Ni que decir tiene que, cuando además se trata de delegar en Dios, a quien no vemos, la cosa se complica.
Dios, sin embargo, ha estado y estará siempre, aunque nuestros ojos no le puedan captar. Cuando afinamos los sentidos, le sabemos interviniendo de múltiples maneras: Su voz, Su tacto cercano con nosotros... pero en los momentos en los que ni siquiera le percibimos, como a hijos que viven por fe, se nos llama a hacer algo bien específico: fiarnos de Su carácter.
Hacer esto frente a la ofensa resulta increíblemente difícil. En esos momentos sentimos que necesitamos restitución, justicia, y nuestro impulso nos lleva a querer imponerla por nuestra cuenta. Fiarnos de que Dios hará “lo que debe” –según nosotros, claro– es terriblemente complicado y, por ello, en efecto caemos en esa red de dudas a poco que nos descuidemos. Es más, cuando abordamos el asunto nosotros y en nuestras fuerzas, solemos intentar evadir algo que nos aterroriza, como le pasaba a Jonás: que Dios pueda actuar con misericordia con aquel que nos ofendió.
¿De qué maneras solemos mal-actuar respecto a Dios en la ofensa?
- Precisamente sacándole de la ecuación y diciéndole (aunque no sea en palabras audibles) “Yo me encargo de esto, porque sé mejor que tú lo que me conviene”.
- En otro vocabulario distinto, lo que transmitimos es “Eres demasiado misericordioso como para hacer justicia”
- o “Llegas tarde, mal o nunca, así que prefiero tomar las riendas de ese orden que reclamo aquí y ahora”.
Si te parece que estas palabras son atrevidas, estás en lo cierto, porque verdaderamente lo son. Nuestros actos las pronuncian. En ellas, si te fijas, también hay ofensa de nuestra parte, en este caso hacia Dios mismo, la fuente de todo bien y sabiduría. Nuestra propia prudencia y justicia nos llevan por el mal camino antes de que nos demos cuenta, el dolor de la ofensa nos aturde y ciega, pero delegar en Él la situación supone veredas rectas, apartadas del mal, que honran a Dios, y que resultan medicina y refrigerio para nuestros huesos. ¿Qué más podemos pedir?
Eso sí, esto no viene sin precio, y el costo asociado es el que más nos reta: fiarnos de Dios con todo nuestro corazón, encomendarle nuestras obras, para no terminar en muerte por equivocarnos de camino.
About this Plan
La ofensa (y el dolor que trae) son experiencias universales. También lo mal que reaccionamos ante ellas. ¿Actuamos bien ante el dolor real, frente a un golpe palpable, ante algo que va mucho más allá de sensibilidades o de tener “la piel demasiado fina”? ¿Cómo responder SABIAMENTE ante las afrentas? Proverbios 16 nos da una estupenda hoja de ruta. ¿La exploramos juntos?
More