Controla Lo Que Te ControlaSample
NO SEAS HIPÓCRITA
«Por tanto, si en el momento de ir a presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene algo en contra de ti, deja tu ofrenda allí mismo delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano. Luego regresa y presenta tu ofrenda» (Mateo 5:23).
Dios no quiere una fe de apariencia, Dios quiere una fe viva.
De nada sirve ir los domingos, adorar a Dios y levantar las manos, llorar, orar y hasta predicar si cumples por fuera pero no por dentro.
«Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios; si poseo todo conocimiento, si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, si entrego mi cuerpo para tener de qué presumir, pero no tengo amor, nada gano con eso» (1 Corintios13:1-3).
Un corazón transformado de verdad que actúa mediante el amor y la fe no de cara al púlpito, sino en cada área de su vida. No por demostrar ni por cumplir, sino porque le nace y así desea hacerlo.
Y ENTONCES, tendrán sentido tus ofrendas porque se corresponderán con tus acciones y estas sólo serán una extensión más de tu alabanza diaria a Dios. Porque, no te equivoques; Dios no necesita tu dinero. Si eso es lo único que entregas y lo consideras ofrenda, entiende que la verdadera ofrenda nunca fue esa, sino tu propia vida y lo que hagas con ella a diario.
Se trata siempre de tu corazón y de hacia dónde está orientado, de lo que guían sus acciones y lo que hay detrás de ellas.
3 IDEAS Y CONCEPTOS CLAVE A COMPRENDER:
1. TU CORAZÓN Y TU VIDA ES TU OFRENDA Y ALABANZA A DIOS.
Esa es la verdadera ofrenda fragante a Dios; que lo reconozcas en tus caminos y lo pongas primero en tus decisiones, tu propio deseo genuino de agradarle, tu pasión, tu amor, tu fe (Romanos 12:1).
Nada satisface ni glorifica a Dios más que eso.
Por eso al dar, lo importante no es tanto ni el dar ni la cantidad: sino el corazón con el que lo haces. El valor no está en lo que ofreces, sino como hemos mencionado ya, en por qué y cómo lo ofreces (Lucas 21:1-4).
2. LOS RELIGIOSOS Y LOS NACIDOS DE NUEVO MEDIANTE EL ESPÍRITU.
De nada vale cumplir externamente sino hemos sido renovados internamente.
«»¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, hipócritas!, que son como sepulcros blanqueados. Por fuera lucen hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de impurezas. Así también ustedes, por fuera dan la impresión de ser justos, pero por dentro están llenos de hipocresía y de maldad» (Mateo 23:27-28).
Tienen la apariencia y la forma pero no el contenido, por eso muchos los confunden; pero a Dios no se le puede engañar (Jeremías 17:10).
En Dios, de nada sirven tus títulos y maestrías, que seas el que más entienda y sepa de Teología, quién más diezmo da, quién más sirva en la iglesia, quién haya predicado en múltiples lugares... En Dios vale haber nacido de nuevo, la fe y el amor que viene a través de la fe.
Y sin esto, nada de lo anterior vale para nada; sin esto, todo lo anterior son acciones vacías que carecen de propósito y sentido.
Si cumples religiosamente pero no espiritual y personalmente, en vano cumples. Esfuérzate y sacrifica lo que de verdad debes sacrificar: tu ego, tu orgullo, tus enfadados tontos, tus groserías, tu irritabilidad y cambios de humor, tu incapacidad de perdonar...
Porque esta es la verdadera religión, la de una persona transformada que vive conforme a la Palabra porque ha llegado a pensar, sentir y ver como ella; no porque "tenga" que hacerlo, no alguien que de cara al público aparente ser santo pero en su corazón no resida el amor y la verdad de Cristo.
Este tipo de creyente cumple superficial y ritualisticamente pero no espiritualmente, porque ninguna de esas obras han salido de él por convicción o amor desde su interior.
«El Señor dice: «A decir verdad, este pueblo se acerca a mí con la boca, y me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; el temor que de mí tiene no es más que un mandamiento humano, que le ha sido enseñad» (Isaías 29:13).
Cumplen por tradición y rutina reglas que han aprendido de memoria. No es una verdad que haya penetrado en ellos cambiando sus mentes y corazones.
3. FALSA SEGURIDAD Y ESPERANZA.
Pablo aquí se está dirigiendo a fariseos y maestros de la Ley.
Está demostrando a los judíos religiosos que condenaban a los gentiles, que juzgaban y señalaban abiertamente a los demás desde el orgullo, la superioridad moral, la vanagloria y el ego, apoyándose en su confianza en cosas superficiales que seguían al pie de la letra pero no vivían para hacer sus acusaciones y aclamaciones, y que nada de ello podría salvarlos:
Ellos apelaban a Abraham y su descendencia. Creían que por ser el pueblo escogido por Dios eran automáticamente salvos y esta creencia distaba en gran manera de la realidad.
«Produzcan frutos que demuestren arrepentimiento, y no piensen que podrán decir: "Tenemos a Abraham por padre". Porque les digo que aun de estas piedras Dios es capaz de darle hijos a Abraham» (Mateo 3:8-9).
PARA NOSOTROS ES IGUAL:
Ser árbol pero no dar fruto no puede salvarte.
Ponemos nuestra seguridad en muchas cosas: haber crecido en un hogar cristiano, tener padres Pastores, ir a la iglesia, estudiar en profundidad la Biblia y albergar todo el conocimiento bíblico posible... Sin haber sido transformado, no valen de nada esas acciones.
Hace poco subí un vídeo a mis redes sociales hablando sobre un mensaje que Dios me dio a través de algo tan simple como un bolígrafo:
Dos bolígrafos. Ambos iguales en apariencia, en forma, tamaño, color... Entendemos al verlos que los dos escriben porque superficialmente los dos tienen esas características, pero al probarlos, uno va y otro no.
A simple vista parecen iguales, y de hecho, lo son en forma y apariencia, pero no en esencia. A uno le falta la tinta y sin ella, no importa cuanto aparente ser un bolígrafo. No sirve de nada un bolígrafo que hace algún rayajo de vez en cuando, lo acabamos desechando.
Con los creyentes sucede igual.
Así como nosotros desechamos los bolígrafos sin tinta, también el Señor separará el trigo de la cizaña.
Alguien que ha nacido de nuevo y alguien que aparentemente lo ha hecho y sigue la Ley estrictamente pueden ser confundidos dentro de una iglesia porque por fuera muchas veces se ven igual: ambos se esfuerzan por agradar a Dios, ambos parecen ser justos y rectos ante Dios, ambos sirven, ambos leen y conocen la Biblia...
Incluso ellos mismos pueden caer en ese engaño igual que los judíos a los que Pablo se estaba dirigiendo y estar en pleno convencimiento de que verdaderamente son creyentes ejemplares porque cumplen con todo lo que supuestamente se espera de ellos y están haciendo las cosas como deberían, pero nada más lejos de la verdad...
Proverbios 21:2 dice: «A cada uno le parece correcto su camino, pero es el Señor el que juzga los corazones».
Tanto a nosotros mismos como a otros, en nuestra propia opinión podemos considerar que están haciendo lo correcto y cada quién pensará una cosa, pero no podemos estar seguros de ello a menos que conozcamos y veamos su esencia, su tinta. Es decir, si en verdad sus acciones son sinceras y han sido transformados, o si solo lo parece.
CONCLUSIONES FINALES.
Perdona de verdad y no solo exteriormente. Esfuérzate por tratar bien a los demás no para recibir galardones sino porque de verdad brota de ti esa humildad. Deja de hablar con el lenguaje que lo haces, de mentir, de perder los estribos... no por prohibición, miedo u obligación sino porque de verdad genuinamente tengas ese deseo de crecimiento y de andar en integridad, de trabajar en tu carácter y dejar atrás conductas que no te benefician.
Todo se trata del enfoque de tus acciones, más que de las acciones en sí porque ya hemos visto que esas acciones pueden ser confundidas y se debe examinar su tinta para poder diferenciarlas: tu cambio interior es el que hace el exterior y no al revés, que tu cambio no sea de puertas para afuera sino de puertas para adentro.
About this Plan
Logra ser un mejor reflejo de Jesús respondiendo con sabiduría y mansedumbre aún en momentos de tensión. «Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y también con ella maldecimos a las personas que han sido creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. De una misma fuente no brota agua dulce y agua salada» (Santiago 3:9-11).
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