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LAS TORMENTAS

Viviendo en Orlando, Florida, he experimentado de primera mano la temporada de huracanes que golpea la región cada año, desde agosto hasta octubre. Estas tormentas pueden ser devastadoras, pero lo bueno es que tenemos la capacidad de prepararnos con anticipación gracias a los satélites y los pronósticos del clima.

De manera similar, quiero advertirte que la adolescencia de nuestros hijos puede ser como una tormenta, pero con la debida preparación, podemos minimizar su impacto. En la Biblia, vemos cómo Jesús y sus discípulos enfrentaron y vencieron una tormenta en el mar. Esta historia nos enseña que ser cristiano no nos exime de pasar por dificultades, pero nos proporciona la respuesta para enfrentarlas.

En este momento, tres de mis cuatro hijos son adolescentes, por lo que entiendo las luchas y desafíos que enfrentan tanto los padres como los hijos en esta etapa de la vida. A través de mi experiencia como madre y pastora de jóvenes, he aprendido que la adolescencia puede ser una época de tormenta para muchos jóvenes, pero también una oportunidad para crecer en fe y fortaleza.

Algunas de las tormentas más comunes que enfrentan los adolescentes incluyen trastornos alimentarios como la bulimia y la anorexia, problemas relacionados con la identidad sexual y la pornografía, así como la depresión y el suicidio. Es importante hablar abierta y honestamente con nuestros hijos sobre estos temas difíciles y estar atentos a los signos de que puedan estar luchando con ellos.

Al abordar estos temas, es crucial transmitir mensajes positivos sobre la imagen corporal, la sexualidad y el valor personal. Además, debemos proporcionar un ambiente seguro y de apoyo donde los adolescentes se sientan libres de expresar sus preocupaciones y emociones.

Recuerda, aunque la adolescencia puede ser difícil, también puede ser una oportunidad para que nuestros hijos conozcan verdaderamente a Dios y encuentren fortaleza en Él. Al igual que los discípulos que presenciaron cómo Jesús calmaba la tormenta, la fe de nuestros hijos puede ser fortalecida en medio de las dificultades.

Así que, aunque es probable que alguno de nuestros hijos pase por una tormenta en su adolescencia, no debemos temer. Con la preparación adecuada, la comunicación abierta y la oración constante, podemos ayudarles a navegar por estas aguas turbulentas y encontrar esperanza y seguridad en Dios, quien es nuestra roca firme y confiable en medio de la tormenta (Hebreos 6:19).