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Pecado

Pecado. Esa palabra que hemos escuchado en la iglesia mil y una veces. Esa palabra que odiamos cuando nos posee pero a veces nos atrae y nos sentimos incapaces de evitar en nuestro día a día. Esa palabra que nos pone nerviosos porque suele avergonzarnos admitir hasta qué punto estamos metidos en este charco de barro asqueroso. Lo primero que contestamos cuando nos preguntan, “¿qué es el pecado?” es algo así como: mentir, robar, matar… Las típicas acciones que hemos contestado desde pequeños en la escuela dominical pero que quizá no nos identifican tanto. Me pregunto si alguien contestaría así a esta pregunta: ver porno, criticar a tus amigas, desear a la novia de otro, engañar a tus padres, emborracharte, envidiar, creerte mejor que otros, dejar que la pereza impida que estudies, obsesionarte con tu físico o con tu móvil, llevar una doble vida… Eso ya suena más real, ¿no?

Hoy nos vamos a poner las botas para intentar salir de este charco y limpiarnos un poco el barro. A nadie le gusta enseñar la suciedad de su casa y de la misma forma, a nadie le gusta hablar de las suciedades de su corazón. Aún así, es necesario hacerlo para poder identificar tus pecados y comenzar a limpiar exactamente sobre las manchas. 

Jesús odia el pecado, pero ama a los pecadores. Te ama a ti y quiere ayudarte para que te limpies bien. En realidad él es el único que te puede limpiar. 

Quizá no te parezca tan extraordinario porque lo has escuchado tanto que ha perdido su signficado. Pero lo extraordinario de los siguientes versículos es que Jesús nos perdona. Coge nuestra ropa llena de barro y la limpia con sus propias manos en un barreño lleno de lejía. Y lo deja todo totalmente blanco. Impoluto. ¡Es extraordinario…! que el Dios del universo se fije en nosotros, acepte nuestras disculpas y nos perdone. 

Dedica unos minutos a reflexionar en los siguientes versículos y pídele al Señor que perdone hoy tus pecados.