Soy MadreMuestra

FÍJATE EN SU CORAZÓN

“¡No toques eso!” “¡Lávate las manos!” “No pegues a tu hermana.” “Bájate de ahí.” “Comparte el juguete, por favor.” “¿Puedes comerte el brócoli?” “Hijo, pórtate bien.” 

Todas estas frases que decimos a diario, en definitiva, se podrían resumir en un gran, “pórtate bien y déjame tranquila”. Son frases que nos ayudan a mantener la situación bajo control. Las utilizamos para que no nos destrocen la casa y para encontrar pequeños momentos de paz. Pero hoy quiero retarte a que te fijes en el corazón de tus hijos y en los motivos por los cuales ellos pueden estar actuando de cierta manera. Las conductas de tus hijos hablan sobre su corazón. 

El corazón tira para casa. Es decir, el corazón suele querer lo que es mejor para uno mismo. Esta actitud también se suele denominar como egoísmo. Si tus hijos se están peleando por una pelota de luces y cada uno de ellos está tirando de un lado para intentar quedársela es porque están pensando en sí mismos, en su propia felicidad y bienestar. Por tanto, no les importa el bienestar ni la felicidad de su hermano y están dispuestos a darle un mordisco en la mano por ser felices ellos mismos. De un conflicto así, lo normal es que nos escandalicemos por el mordisco y nos centremos en corregir la conducta del hijo que ha mordido a su hermano. Pero lo cierto es que los dos han sido egoístas y los dos necesitan la ayuda parental para corregir los deseos del corazón y cambiar su egoísmo en generosidad e interés por el bien del otro. 

Si nos centramos solamente en cambiar sus conductas, criaremos a niños superficiales que simplemente querrán complacer a sus padres y a las personas en autoridad. Así, le damos más importancia a lo que vemos, a la actitud exterior, que aquello que está en el interior, el lugar en el que se cuece todo lo que sale a la superficie.

Tratar con el corazón de nuestros hijos es cuanto menos sencillo. Pero sí es posible. Nosotras conocemos bien a nuestros hijos. Sabemos cuáles son las tentaciones que les llevan a pecar y sabemos cuáles son sus ídolos, las cosas que más adoran en este mundo. Podemos intervenir en los momentos en los que son tentados, guiándoles hacia el bien. Nuestros hijos son nuestros discípulos, y por tanto, tenemos la responsabilidad de ofrecerles una respuesta bíblica ante los conflictos que se presentan en sus vidas. 

Aunque no podemos cambiar un corazón de la noche a la mañana, sí podemos aprovechar el privilegio que tenemos de vivir con ellos a diario, de ser su primera fuente de cuidado y conocimientos, además de conocerlos mejor que nadie, para poco a poco, a través de la comunicación y los principios bíblicos, enseñarles valores que a la larga les ayuden a madurar. Así, algún día, con la ayuda de Dios, se convertirán en adultos que confían en sus padres y tienen las bases de la Biblia bien asentadas en sus vidas. 

Repite conmigo: “HOY DECIDO FIJARME EN SU CORAZÓN”