Seamos GenerososMuestra
GENEROSIDAD QUE OBRA POR EL AMOR
La generosidad no es un acto, es un estilo de vida. No es un fin, sino un medio a través del que mostramos nuestro amor a Dios y a otros. Si decimos de alguien que tiene un problema con su generosidad, en realidad es mucho más que eso, es un problema con su capacidad de amar. Quien ama, da, y da con generosidad. El ejemplo supremo de esto es Dios mismo, que nos amó tanto que dio a su Hijo. El Padre dio con generosidad lo mejor, la dádiva inigualable y preciosa que es Cristo el Señor.
El apóstol Pablo cuando escribe a los Corintios acerca de las ofrendas le especifica que la generosidad pone a prueba la sinceridad de nuestro amor: “No hablo como quien manda, sino para poner a prueba, por medio de la diligencia de otros, también la sinceridad del amor vuestro” (2 Corintios 8:8). Si decimos que amamos, pero no somos altruistas y generosos para con nuestros hermanos en dificultad y para los necesitados, entonces nuestra generosidad es de palabras, no es sincera, es mera teoría.
Como receptores de la verdad del Evangelio y habitáculos de la vida de Cristo en nosotros, debemos reflejar la generosidad que primeramente nosotros hemos recibido del Señor. Si él se dio asimismo por nosotros, ¿cómo no seremos nosotros generosos hacia los demás? Como diría Juan: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6). El apóstol Pedro nos dice que Cristo nos dejó ejemplo para que sigamos sus pisadas (1 Pedro 2:21). No hay meta más loable que imitar a Cristo en todo, lo que incluye evidentemente su generosidad.
Después del Señor, hombres ejemplares como Bernabé, modelaron un espíritu generoso que nos alecciona desde las páginas de las Escrituras: “Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles” (Hechos 4:36-37). Haremos bien en imitar la andadura de hombres piadosas como él.
Somos llamados a una generosidad extravagante, fuera de lo común. Pablo dijo que había una bienaventuranza en la generosidad, en cuidar de los demás, y citó las palabras de Cristo para darle contundencia a su argumento cuando dio su discurso a los hermanos de Mileto: “En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mas bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35).
Escritura
Acerca de este Plan
La generosidad cristiana no se constituye de actos erráticos o aislados, sino que ha de ser un estilo de vida intencional. Tomando como ejemplo a Cristo, quien se dio asimismo por nosotros, debemos ser dignos imitadores de Él y reproducir en nuestra andadura, la generosidad que hemos aprendido mediante su aleccionadora impronta. En este plan leeremos textos que nos acercarán al espíritu de generosidad que ha de caracterizar a todo hijo de Dios y reflexionaremos en aspectos importantes de esta virtud teológica que es la dadivosidad.
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