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“Plan maestro – La Salvación”

Desde que Adán pecó, el ser humano nace con la naturaleza pecaminosa. Vive lastimándose, asimismo, a otros y a Dios. Esa es la naturaleza del pecado. Cuando alguien peca algo muere. Una relación, los sueños de alguien, la esperanza de alguien, sus planes futuros.

El pecado siempre tiene un PRECIO. Y siempre hay VÍCTIMAS. Por eso que en el Antiguo Testamento Dios instruyó al pueblo a sacrificar un cordero inocente cada año para redimirlos de sus pecados. Esto sería un recordatorio continuo de la naturaleza del pecado. Pero este no era el plan final. No existen tantos corderos como para limpiar el pecado del mundo de manera definitiva. Pero Dios ya tenía algo en mente.

Si supieras que todos los problemas de tu país se resolvieran si la persona a quien más amas se sacrificara por los demás, ¿lo permitirías? ¿Entregarías a la muerte a uno de tus hijos?

Eso es justo lo que Dios hizo. Sabiendo que el único capaz de acabar con la condición caída del hombre de forma definitiva era su hijo, pagando el precio que demanda el pecado, tuvo una decisión que tomar.

Entonces Dios eligió salvarnos.

El hombre no puede salvarse asimismo. La buena noticia es que no necesita hacerlo. Cuando Jesús murió en la Cruz, pagó el precio por completo. A nosotros sólo nos toca recibir ese regalo de perdón inmerecido. Pero hasta para eso, Dios nos dio la opción de elegir: Arrepentirnos de nuestros pecados y recibir a Jesús como nuestro Salvador y Señor; o rechazarlo.

¿Qué elegirías tu?

¿Qué significa que aceptes a Jesús como Señor y Salvador?