¡Qué La Fuerza Te Acompañe!Muestra
Hay otro ejemplo que amo y es la historia de Sansón. Amo la versión para niños de su historia, aunque todos sabemos que su fuerza no estaba en su pelo. En Jueces 16, ¿recuerdan la mujer que le dijo a Sansón <<Dime el secreto de tu tremenda fuerza, y cómo se te puede atar y dominar>>? (Jue. 16:6).
Sansón era un hombre tremendamente fuerte, pero lo complicado del asunto no es que << ¡Qué linda historia para los niños!>> ¡No!; lo complejo es cuando Sansón mismo empezó a decir << Mi fuerza se debe a mi pelo>>. Sansón se desdibujó, porque la fuerza de Sansón no estaba en su pelo. Él había sido un hombre escogido por Dios desde antes de nacer; él fue ofrecido al servicio de Dios desde niño, nazareo era su voto. Debía cuidarse, no podía beber vino, no solo no cortarse el cabello, sino además no acercarse a algún cadáver. Cosas que nadie veía implicaban su voto nazareo.
Pasa lo mismo con nosotros; cosas que nadie ve hay en una relación con Dios, cosas que nadie ve, te dan fuerzas. Cosas que nadie ve, nutren tu relación con Dios. Nutren la certeza de que Dios está contigo. Tal vez cosas que nadie ve son las que nutren tu relación con Dios.
Sansón se desdibujó tanto que llegó a pensar que en el pelo estaba su fuerza, y si este le era cortado, todo se acababa, Jueces 16:17: al fin se lo dijo todo. «Nunca ha pasado navaja sobre mi cabeza —le explicó—, porque soy nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Si se me afeitara la cabeza, perdería mi fuerza y llegaría a ser tan débil como cualquier otro hombre».
¡Si me afeitan la cabeza, perdería mi fuerza! Él realmente lo creyó; pero su fuerza no estaba en el pelo, estaba en su relación con Dios. Su fuerza estaba en que había sido escogido, en que era especial, en que era apartado. ¿Tú entiendes eso? Dios nos escogió desde antes de la creación del mundo. ¡Dios te escogió, y Dios me escogió, y le plació ser Emanuel en nuestras vidas! Le plació decirnos: ¡Nunca te voy a dejar! Y por eso Él es nuestra fuerza.
En Jueces 15:14 está específico: “Cuando se acercaba a Lejí, los filisteos salieron a su encuentro con gritos de victoria. En ese momento, el Espíritu del SEÑOR vino sobre él con poder y las sogas que ataban sus brazos se volvieron como fibra de lino quemada; además, las ataduras de sus manos se deshicieron". Era porque el Espíritu Santo vino sobre Sansón con poder. ¡No era el pelo!
Era porque había un pacto, una relación, un compromiso con Dios y un signo externo que era el pelo, pero era el corazón de Sansón. Dios le dijo <<Yo voy a estar contigo>>, y venía el Espíritu Santo, le daba El Poder y se manifestaba una fuerza impresionante.
Todos sabemos cómo termina la historia de Sansón y qué fue lo que permitió que lo dominara. Jueces 16:19: “Después de hacerlo dormir sobre sus rodillas, ella llamó a un hombre para que le cortara las siete trenzas de su cabello. Así comenzó a dominarlo. Y su fuerza lo abandonó". Pero la pregunta que quiero hacerte es: ¿Qué estamos permitiendo que nos domine? Todo me es lícito, pero yo no dejaré que nada me domine, dice una versión.
¿Qué estamos permitiendo que nos está robando la fuerza, que nos está robando la confianza? ¿Qué nos está robando el creer que Dios está con nosotros? ¿El temor, la angustia, el rencor? ¿Un pecado sexual, alguna sustancia?
Porque cuando permitimos que algo nos domine y no dejamos que Dios reine, que Él sea el que nos domine, la autoridad, el dominio, la potestad sobre nuestra vida, empezamos a perder nuestras fuerzas.
Acerca de este Plan
En este devocional, exploraré la fascinante conexión entre distintos pasajes biblicos revelando el concepto de la fuerza divina del rey Ezequias, Gedeón y Job, y ver cómo en su profundo caminar con Dios, llegaron a una reveladora conclusión en algún punto de sus vidas: "El Señor es mi fortaleza, mi cántico y mi salvación".
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