»¡Que toquen la trompeta en Jerusalén!
¡Que suene la alarma en el templo!
¡Que comiencen a temblar
todos los habitantes de este país!
¡Nuestro Dios viene!
¡Ya está cerca el día!
Será un día de gran oscuridad,
un día de nubes y de sombras.
»Un ejército grande y poderoso
se extenderá sobre los montes,
y caerá sobre toda la tierra
como las sombras al anochecer.
No hubo antes, ni habrá después,
otro ejército que se le parezca.
Ese ejército es como el fuego,
que quema todo lo que encuentra:
antes de su llegada,
la tierra es un paraíso;
después de su llegada,
la tierra queda hecha un desierto.
¡No hay nada que se le escape!
»Ese ejército de saltamontes
ataca como la caballería;
cuando saltan sobre los montes,
el ruido que hacen se parece
al que hacen los carros de guerra;
son como el crujido de hojas secas
que se queman en el fuego;
son como un ejército poderoso
que está listo para el ataque.
»Estos saltamontes
parecen una banda de ladrones,
son como un ejército
que ataca por sorpresa la ciudad,
y siempre ataca de frente.
Escalan las murallas,
se trepan a las casas,
se meten por las ventanas,
sin chocar unos con otros.
Todos mantienen el paso,
jamás rompen la formación,
¡jamás dan un paso atrás!
¡Ni una lluvia de flechas
puede hacer que se detengan!
Al ver estos saltamontes
la gente tiembla
y se pone pálida de miedo.
Tiemblan el cielo y la tierra,
se oscurecen el sol y la luna,
y pierden su brillo las estrellas.
»Al frente de este ejército,
que es muy grande y poderoso,
Dios deja oír su voz de mando
y este ejército lo obedece.
Nuestro Dios viene.
¡El día de su llegada
será impresionante y terrible!
¡Nadie podrá mantenerse firme!
»Nuestro Dios nos dice:
“¡Arrepiéntanse ahora mismo
y cambien su manera de vivir!
¡Lloren, ayunen y vístanse de luto!
¡Arrepiéntanse y vuelvan a mí,
pero háganlo de todo corazón,
y no solo de palabra!
Yo soy tierno y bondadoso,
y no me enojo fácilmente;
yo los amo mucho
y estoy dispuesto a perdonarlos”.
»¡Tal vez Dios decida perdonarnos!
¡Tal vez nos dé en abundancia
vino y cereal para las ofrendas!
»¡Toquen la trompeta en Jerusalén!
¡Que se reúna todo el pueblo!
¡Que vengan los ancianos y los niños,
y hasta los recién casados!
¡Que ayunen y se preparen para adorar a Dios!
¡Que vengan los sacerdotes,
los servidores de Dios!
Que se paren ante el altar,
y con lágrimas en los ojos
oren de esta manera