El Señor dice: «Mis ojos están puestos en ti. Yo te daré instrucciones, te daré consejos, te enseñaré el camino que debes seguir. No seas como el mulo o el caballo, que no pueden entender y hay que detener su brío con el freno y con la rienda, pues de otra manera no se acercan a ti.» Los malvados tendrán muchos dolores, pero el amor del Señor envuelve a los que en él confían. Alégrense en el Señor, hombres buenos y honrados; ¡alégrense y griten de alegría!
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