Saca provecho a la profecía Muestra

Nuestro andar espiritual y servicio

El estudio de la profecía, está totalmente vinculado con nuestro andar espiritual y nuestro servicio para Cristo en nuestra era. Los teólogos no deben quedar ajenos a la actividad en el servicio de nuestro Señor. Bien dice Roy B. Zuck: «Tener el aspecto académico sin el espiritual es como tener un auto sin gasolina o como tener leña en un día frío, sin tener un fósforo para prender el fuego». B.B. Warfield lo dice de otro modo: «El conocimiento de la Palabra es una cosa poderosa... así como una locomotora es una cosa poderosa, siempre y cuando tenga vapor en su interior».

El estudio de la profecía, debe producir el vapor de la productividad en la obra de Dios. Sin duda alguna, estudiar las profecías, a lo largo de mi vida, me ha hecho un predicador más apasionado y un obrero más productivo en el servicio de mi Salvador. Las palabras del Señor Jesucristo resuenan en mis oídos: «Me es necesario hacer las obras del que me envió, entretanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar». 

El Salvador y la adoración a Dios 

El problema de la indiferencia entre los hijos de Dios. Uno de los grandes beneficios de nuestro estudio y aplicación de la profecía bíblica, es que centra nuestras vidas en el Salvador, el precioso Hijo de Dios, y produce en nuestras vidas aquello que A. P. Gibbs, ha denominado la ocupación más alta del cristiano, la adoración. Esto quiere decir que lo que resuelve, es el problema de la indiferencia. Alguien dijo que la historia es su historia. Y al mirar la historia bajo la luz de la profecía bíblica nuestra atención queda centrada en una persona, el Señor Jesucristo, y al fijar nuestra mirada en Él, caemos de rodillas y lo adoramos. 

Wiersbe, proclamó el concepto de que la adoración debe brotar de nuestro estudio de la profecía al decir: «Cuando se divorcian la adoración y la profecía, el resultado es mera curiosidad religiosa».  El 29 de enero de 1948, Jim Elliot, aquel misionero que pocos años después moriría como mártir a manos de los indígenas Auca, en la selva ecuatoriana, escribió en su diario mientras estudiaba Génesis 35: «Señor, yo quisiera volver a centrar mi vida espiritual como lo hace Jacob en esta porción». 

En vez de Bet-el, centra su experiencia en El-Bet-el. Ya no la «casa de Dios» sino «el Dios de esa casa». Alabado sea Dios, el Salvador es exaltado en los cielos y ahí se le da su lugar merecido. Así como en la tierra, así también en los cielos. Amén; sí, ven, Señor Jesús.