Madurez en CristoMuestra

Dones sin carácter no edifican

Anote la similitud entre las palabras charis que significa gracia, y charismati que significa don espiritual. Tanto charis como charismati, son dones concedidos por un Dios benevolente. El término «don» en español, es carisma. Palabra relacionada al término gracia, o charis, la cual enfatiza que los dones espirituales, son dados por Dios para el bien común; para glorificar a Cristo, no al creyente individualmente. 

Todos los dones necesarios, estaban presentes en la iglesia de Corinto a través del ministerio del Espíritu Santo, no obstante, no les conducía a una plena madurez en Cristo, pues su conducta carnal era incoherente y contradictoria al fruto del Espíritu en sus vidas.

Igualmente hoy, muchos valoran más el carisma que el carácter, por eso, aceptan la forma dinámica como alguien dice algo, y no juzgan qué es lo que dice, el contenido de su discurso. De esta manera, dan por sentado y válido lo que alguien dice, si los dones lo respaldan, aunque lo que digan, no esté avalado sobre la verdad presente que el nuevo pacto establece.

Que soberanamente, Dios respalde la operación de un don, no indica que Dios apruebe lo que esta persona predica. Más aún, cuando lo predicado no está fundamentado en la iluminación del Espíritu en la verdad presente que el nuevo pacto contiene, sino en la imaginación de su mente o la emoción de su corazón. 

Este peligro prevalece cuando se mantiene el énfasis sobre la manifestación de los dones, pero no se demanda la expresión del carácter de Cristo, en la vida de quienes los administran. Admitimos, que los dones son perfectos, válidos, vigentes y edificantes, pero la deficiencia del carácter del receptor de los dones que Dios ha otorgado, puede producir un efecto contrario.

Es innegable, que el carácter en Cristo moldea la conducta de quien administra un don espiritual. El ejercicio del don será influenciado positiva o negativamente, por la calidad y madurez del instrumento en que se expresa. 

Con base en esto, podemos afirmar que poseer y fluir en un don espiritual, no es sinónimo de espiritualidad y madurez. En muchas ocasiones hemos visto el ejercicio de un don espiritual en una actitud de carnalidad, y generalmente en estos, es la gracia soberana de Dios a favor de sus hijos que respalda la operación del don, pero no aprueba el carácter carnal de quien lo administra.