La ley del reino: amar al prójimoMuestra

La ley del amor

¿Qué hacía que Jesús pusiera en riesgo su reputación al participar abiertamente con estas personas? La gente después decía: Jesús es un comilón, ¿por qué?, ¿sería por fastidiar a los fariseos o sería para presumir una nueva religión? ¡No! Una sola cosa movía a Jesús, y era el amor a esas personas, su motivación era el amor, y el amor producía que Él hiciera cualquier cosa. Aun perder su propia reputación con tal de cumplir el propósito de ayudar a esa gente. ¡Cómo hace falta gente que viva en la ley del amor y deje de vivir en la ley de su religión! 

La religión aísla a la gente del mundo, porque pone un muro entre el mundo y la «santidad de esa religión», pero el amor alcanza a la gente, el amor hace que puedas estar con las personas que tienen mayor necesidad. Jesús habla de algo que ellos no conocían, porque conocían todos los mandamientos de la ley, se los sabían de memoria, cientos de mandamientos que se encontraban en la ley. Pero Jesús les dice un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros como yo les he amado. Es algo que ellos no conocían, no conocían esta dimensión, no sabían acerca de esta dimensión de vida; conocían religión, pero no conocían la dimensión del amor.

La ley de Moisés contenía la ordenanza que la gente se amara y Jesús corroboró algo que ellos olvidaron, algo que dejaron de lado. Se centraron tanto en su «propia santidad, en su vida», que se olvidaron de la esencia de lo que Dios quería trasmitir. Se centraron en ellos mismos y se olvidaron de los demás.

Tenemos varios ejemplos, uno de ellos es el caso de un predicador: Jonás. A este hombre Dios le da una indicación y le dice: Jonás yo quiero que vayas a Nínive; una ciudad donde el pecado abunda y quiero que les digas que a causa de su condición va a venir un juicio sobre ellos. Cuando Jonás recibió esa instrucción no quiso ir. ¿Sabes porque no quiso ir? Porque decía: es que si les digo eso, ellos van a cambiar sus malos caminos y se van a convertir a Dios, y yo no quiero que se conviertan, yo quiero que se queden pecadores, que reciban el juicio que merecen. Esa es la religión, y Jonás decidió no obedecer, él decía: si yo les digo que Dios va a destruir la ciudad y se arrepienten y la ciudad no es destruida, mi reputación como profeta va a quedar por los suelos, porque no se va a cumplir lo que yo dije, ¡mi reputación es más importante que lo que Dios quiera hacer!