Un discipulado trascendenteMuestra

Condiciones para un buen discipulado

La vocación como iniciativa divina 

Ser discípulo, es siempre una iniciativa del Señor que lo llama a uno, y «lo saca de la multitud» para incorporarlo al «grupo de los suyos», de los que lo siguen «para estar con Él». 

La vocación, pues, se inicia con una elección por parte de Cristo, quien no se fija en características previas. Dios llama y si las condiciones no existen, Él las crea, Él da lo que se necesita para seguirlo, pues en Él es el origen del discipulado. 

La decisión como respuesta humana 

El don del llamado divino requiere la respuesta personal, y es lo que el Señor siempre busca. O hay una respuesta positiva, como el caso de los apóstoles, o hay una respuesta negativa, como ocurre con el joven rico, quien por estar amarrado a sus riquezas, no pudo aceptar el tesoro del reino que Jesús le ofrecía. 

La comunión como intimidad divina y humana 

Jesús llama a los suyos para estar con él, no los envía inmediatamente al trabajo apostólico. Primero hay que estar con Él, y así se define al discípulo: el que está con Jesús para aprender de Él. La comunión requiere de la formación integral del discípulo, de aquella que no solo toca el intelecto, sino también la voluntad y la conciencia y, por lo mismo, los proyectos y las motivaciones. La formación consiste en estar con Jesús para que, lo de Él comience a ser mío. La formación es una cuestión de propiedad y de traspaso. 

La misión, como encomienda divina y tarea humana

Ya vimos que el Señor nos elige, espera nuestra respuesta y nos forma para la comunión en la iglesia, de tal forma que la misión sea testimonio de vida, proclamación de lo aprendido, anuncio de lo vivido. 

La misión, por tanto, es la extensión en el tiempo y en el espacio de una vivencia salvífica personal vivida en la comunidad que se testimonia a todos los hombres en todas las naciones, con estrategias nuevas y ardor nuevo. El discípulo que se forma en la escuela del Señor es un testigo convencido y convincente, hace que su misma vida sea un mensaje vivido y viviente.