Libérate de la envidia, un Plan de lectura de seis días por Anna LightMuestra

Día 2: La Historia de la envidia

La envidia ha existido desde hace mucho tiempo. En realidad, antes del tiempo. Cuando Lucifer cayó del cielo fue gracias a ella. Había visto que su propia belleza estaba llena de orgullo egoísta, y quería más, el lugar más alto, el lugar de honor y gloria reservado solo para Dios. ¿Recuerdas la definición de envidia? Un sentimiento de descontento o resentido anhelo, despertado por las posesiones, cualidades o suerte de alguien más.

Se puede decir que la envidia que condujo a Adán y Eva a pecar en el jardín, promovido por la serpiente caída, fue creer que Dios los estaba frenando. Comiendo del árbol del conocimiento del Bien y del Mal significaba que serían como Dios. Pero Dios había dicho que no comieran de él. ¿Qué ocultaba?¿Por qué estaba prohíbido? Así que Adam y Eva comieron de algo que ellos pensaban que merecían.

Años más tarde, vemos a Caín luchando con la amargura de la envida a su hermano Abel. El sacrificio de Abel fue más agradable a Dios que el de su hermano, y la malicia que Caín sintió lo condujo al asesinato.

La envidia que Saul sintió por David lo condujo a la locura. (1 Samuel 18)

La envidia envió a Jesús a la cruz. (Marcos 15)

La envidia no es un pecado pequeño para evitar. Enumerado entre los siete pecados capitales, no es algo que deberíamos pensar que esta desactualizado o que no nos afecta hoy. Muchos de las emociones que puedes enfrentar tienen su raíz en la envidia. Cuando me di cuenta de eso fui capaz de pelear mejor por la libertad que sabía que estaba disponible.

Como escritora siempre ha sido difícil para mí apreciar a otros escritores, porque me sentía amenazada por sus grandezas, como si de alguna manera, sus talentos disminuía el mío. No podía apreciar o admirar el talento de alguien más. Estoy segura de que has experimentado algo similar. Ves o escuchas a alguien alcanzar o recibir un resultado deseado, y en vez de responder positivamente o bendecir, tu reacción inicial es desenmascarar, murmurar o acusar. Quisieras estar feliz por ellos, pero tu carne quiere hacer hoyos, o criticar a la persona o situación a un nivel inferior.

Esto es especialmente tentador, si el resultado deseado es algo que quieres para ti mismo. Cuando vemos a otros que tienen cosas que pensamos que deberíamos tener, la envidia nos impide responder con bendiciones y celebración, y en cambio entregamos una picadura de agria amargura. Podemos cubrirlo bien (o pensar que lo cubrimos bien), pero aún está ahí causando daño y dolor en el interior.

La envidia en una de las tácticas más peligrosas del enemigo en nuestros días, se convierte en una parte muy arraigada de nuestro pensamiento. Puede que no nos demos cuenta el daño que nos causa porque no queremos admitir que luchamos. Aun ahora, podrías estar esquivando la confrontación del Espíritu Santo, tratando de convencerte de que no luchas tanto con la envidia. Pensamos que si lo seguimos ocultando se irá, pero de hecho, mientras más tratamos de ocultar esos sentimientos de envidia, más se ulceran y crecen en nuestro espíritu, y producen frutos como resentimiento, ira, orgullo, depresión y ansiedad.

Es vital que lleguemos a entender como la envidia hace su camino hacia nuestro espíritu, y así podamos salvaguardar nuestros corazones y encontrar libertad duradera.