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CUARTO DÍA: Entrega la muñeca 

Los mejores regalos vienen de un corazón dispuesto. Recientemente tuve la oportunidad de llevar a mis hijos a comprar algunos regalos para Navidad. La clave era que estábamos comprando regalos para otros. Les explicamos las reglas básicas, el proceso, y les dijimos a nuestros hijos, “compren lo que quisieran recibir ustedes”. Suena simple, ¿verdad? Para una niña de 4 años que desesperadamente quería una muñeca que tomaba biberón y luego hacía popo, era inconcebible la idea de comprar esa misma muñeca para otra persona, para alguien que no conocía y que nunca conocería. Se le rompía el alma. Nos tomó casi una hora de estar parados en el pasillo de las muñecas para que mi pequeña tuviera el coraje, el entendimiento y la confianza de tomar lo que ella quería desesperadamente para sí misma y comprarlo para alguien más. Desafortunadamente, no terminó ahí, tuvimos que guardar la muñeca durante una semana hasta que pudimos donarla. Nunca olvidaré la imagen de mi pequeña niña aferrada a la muñeca, parada frente a la caja de donaciones, decidiendo (a regañadientes) regalarla. 

No sé ustedes, pero yo he estado en esa posición más de una vez. De pie, pero reacia. Reacios con nuestras ofrendas, esperando a que justo antes de firmar el cheque o de hacer clic en el enlace DAR, Dios abra el cielo y diga “Solo bromeaba, guarda el dinero para esos zapatos nuevos que quieres o para esas vacaciones con las que has estado soñando. Quédate con la muñeca”. 

La Biblia dice que el diezmo es de Dios, pero ¿y las ofrendas? Las ofrendas son voluntarias, son regalos que nacen por la abundancia de tu corazón. Las ofrendas son regalos que se dan porque se quiere, no porque tengan que darse. Dios no quiere nuestra ofrenda si nuestro corazón no está en ella. 

La iglesia primitiva estaba tan conmovida por la comunidad de fe en la que estaban, que llegaron a lo que muchos de nosotros consideraríamos medidas extremas. La gente empezó a dar todo lo que tenían, incluso vendían sus propiedades y donaban las ganancias a la iglesia. En el libro de los Hechos, dos de estos donantes se destacan: uno que dio voluntariamente y su regalo fue aceptado de la misma manera en que lo entregó; y otro que dio el regalo a regañadientes, bajo pretexto, y fue rechazado por Dios. Al último no le fue bien al final. ¡Creo que esta es una de las historias más locas de la Biblia! 

Dios quiere asociarse con nosotros para involucrarnos en Sus planes para nuestra iglesia, para nuestro vecindario, para nuestra ciudad y para nuestro mundo. Dios quiere conmover nuestros corazones por las cosas que conmueven Su corazón. Es fácil decir que necesitamos querer dar, y necesitamos ser dadores alegres, pero para muchos de nosotros esto es un proceso. Desde el incidente de la muñeca, mi hija ha mejorado con los años; de hecho, ha aprendido a confiar en el proceso y ahora espera con ansias poder comprar un regalo especial para otra persona. El plan de Dios es que experimentemos la plenitud que la generosidad trae a nuestras vidas y corazones. ¡Crezcamos en nuestras dádivas y démoslas porque queremos, no a regañadientes ni reteniéndolas o deseando poder quedárnoslas para nosotros mismos! Dios ama al dador alegre, al dador cuyo corazón está en el dar. 

Jesús dice que es más bendecido dar que recibir. Piensa hoy en un momento en el que hayas experimentado el gozo puro de la generosidad.