Caminando en el gozo de DiosMuestra

El gozo como fuente de fortaleza

El creyente ha sido dotado con el fruto del gozo, para capacitarle para lidiar con las presiones, aflicciones, tribulaciones y vicisitudes de la vida diaria. No en balde la palabra de Dios afirma que: “… no estén tristes, pues el gozo del Señor es nuestra fortaleza” (Nehemías 8:10). En la vida espiritual gozo y fortaleza van de la mano. Se implican recíprocamente. No puede concebirse el uno sin el otro. El gozo, pues, es esencial para sobreponerse a las vicisitudes y experimentar una vida victoriosa. 

El gozo es nuestro mayor recurso contra los problemas y pruebas

La alegría y el placer son siempre cambiantes, y como todas las emociones son de corta duración, es decir, una vez hayan concluido su misión, se agotan a sí mismas, y necesitan de otra situación favorable para volverse a activar. De modo que para seguir experimentando alegría o placer debemos correr de un estímulo a otro, porque éste se niega a permanecer atrapado constantemente. Así funcionan las emociones; pero el gozo es constante y perdurable, porque su fuente no es la biología humana, sino Dios mismo, quien es inmutable. 

El gozo no se trata, pues, de un entusiasmo ingenuo. Ni de un simple estado de alegría. El gozo es un estado interno no perturbado por el entorno, que capacita al creyente para sobrellevar el dolor y la pena, sin perder la esperanza. Con el gozo del Señor el creyente puede enfrentar sus problemas y obstáculos, fortalecido en Dios (Santiago 1:2). Esa fue la experiencia del apóstol Pablo, quien, a pesar de estar en una cárcel, expresó: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo ¡Regocijaos!”. Fue la experiencia también del propio Señor Jesús al morir en la cruz: “El cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:29).

Como creyente el gozo nos es dado para actuar con fortaleza (permanecer firme, experimentar calma y tranquilidad, superar la tristeza, etc.) en medio de difíciles circunstancias de vida.