VENCEDORES CON EL FRUTO DEL ESPÍRITUMuestra

 El poder del amor venció el amor al poder 

  El primer fruto del Espíritu en crecer en nuestros corazones es el amor; no nuestro amor, ¡sino el amor de Dios! Y este amor que crece en nuestro propio ministerio no es nada más que la personalidad humana que expresa el corazón amante de Dios en Cristo. El amor de Dios es el amor de Dios en mí y manifestándose a través de mí, no es mi amor llevado por el Espíritu Santo sino yo llevando su amor. Por lo tanto, no deberíamos pedirle a Dios que bendiga nuestro interés por la gente, sino más bien debemos atrapar el interés de Dios y dejar que se exprese a través de nuestra humanidad fallida. Romanos 5:5 nos dice que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Debo identificarme con lo que Dios está haciendo, no pedirle a Dios que se identifique con lo que yo estoy haciendo. Este es un principio del ministerio establecido en el Nuevo Testamento. Usted y yo somos mortales que lo representamos a Él, pero hablar es barato, y su amor debe verse por medio de la rendición de nuestras vidas y no solo al abrir nuestra boca.

La muerte de Cristo fue el mayor logro y el mayor acto de amor de Dios. Por medio de ella, el poder del amor venció al amor al poder. No fue un error, no fue un infortunio y no fue un accidente. Cristo no fue una víctima martirizada, sino un poderoso vencedor, nuestro campeón y el héroe de Dios. Jesús vino para “hacer las obras de Dios”, y todas sus obras son obras de amor. ¡Dios es amor! No podemos impedir que el sol brille ni podemos impedir que Dios ame. El sol es para brillar y Dios es para amar. El fruto de su amor crece y florece en nuestros corazones y a través de nuestra vida de forma tan natural como brilla el sol. Y al hacerlo, Él ama y alcanza a través de nosotros a personas desesperadas, engañadas y sin esperanza.