VENCEDORES CON EL FRUTO DEL ESPÍRITUMuestra

 Sea lleno… ¡de gozo! 

  Al preguntarme qué fue lo que produjo gozo a Jesús, descubro que Lucas 10:21 es muy revelador: “En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó”. Fue la forma en que su Padre reveló las cosas profundas de Dios a los niños, escondiéndolas de los sabios y entendidos, lo que llenó a Jesús de gozo.

Sin embargo, el punto es que Jesús “se regocijó en el Espíritu”, irrumpiendo en una cosecha abundante del mismo fruto que llevamos en nuestro corazón, del mismo modo. Su gozo no era autónomo, aunque podía haberlo sido; Él era Dios hecho hombre. En vez de eso, su gozo llegó a través del Espíritu de Dios como lo hace el nuestro. Este gozo de Jesús está fuera del alcance del mundo y florece incluso en medio de la tragedia, el dolor y la pérdida. Por eso nuestro gozo tampoco es de este mundo ni depende de nada de este mundo. Más bien es su gozo y viene de Dios. Es un fruto del Espíritu Santo y emerge de lo que soporta y triunfa más allá del tiempo y su deterioro.

Dios inventó el gozo y la alegría; Dios, y no los cómicos. Dios nos dio la facultad de reír; Dios, y no la industria del entretenimiento. Dios nos dio el color y la belleza; Dios, y no los impresionistas. Ser salvo no significa reunir la resistencia suficiente para aguantar la prueba de “el doble los domingos en la iglesia”. Ninguna reunión de iglesia sería un calvario si Jesús la dirigiera. La monotonía no es una innovación divina. Algo está mal si la adoración nos hace bostezar; tenemos puesta la reversa. ¡Las personas “salvas” se regocijan! Se regocijan en Dios, el uno en el otro, en la Palabra de Dios y en la adoración. Aman tanto al Señor y su vida redimida, que se regocijan en ella mediante el Espíritu Santo, así como hizo su Señor…¡Y lo sigue haciendo!