Vencer la frustraciónMuestra

¡Aunque me muevan la pelota!

Ser mamá me ha enseñado sobre el manejo de la frustración. Tengo dos hijos y cada uno manifiesta su frustración de distinta manera. 

Recuerdo un partido de fútbol de mi hijo mayor. Él es muy bueno anotando goles y suele marcar al menos un gol por partido. Sin embargo, en uno de sus entrenamientos, ya estando por terminar el tiempo de juego, no había anotado ningún gol. Estaba en un contragolpe, la pelota iba delante y él corría muy rápido, tratando de dominar el balón para rematar y anotar. Su rostro se iluminaba más a medida que se acercaba al arco. De pronto, apareció un defensor y tocó la pelota, haciendo que su remate pierda fuerza y, por supuesto, no llegue a la portería. Fue tal su frustración que se paró, dio media vuelta y le dio un golpe al defensor. Ante tal conducta, el profesor detuvo el juego, llamó a mi hijo y le preguntó: “¿Por qué hiciste eso?”, y mi hijo, muy enojado, respondió: “¡porque no me dejó meter mi gol!”.

Cuántas veces nos ha pasado algo similar en el partido de la vida. No conseguimos algo que esperábamos, que lo veíamos tan cercano, porque algo o alguien nos mueve la pelota y, en nuestra perspectiva, nos impide anotar nuestro gol. La tendencia es estrellarnos, mostrando enojo como una manera de manifestar esa frustración.

En 1 Samuel 18:8, encontramos al rey Saúl molesto, frustrado y receloso de David. Se sentía apocado por un muchacho de humilde procedencia, cuyas hazañas conquistaron su admiración y la de la gente, al punto de vitorear más a David que al rey. Al canto de ¡Saúl mató a sus miles y David, a sus diez miles!, el rey se dio cuenta que David había pasado a ser el éxito número uno de su tiempo, cuya fama había superado la suya… David estaba anotando los goles. La frustración de Saúl, alimentada por su arrogancia, ahogaron su alma en un profundo pozo de resentimiento del cual nunca pudo escapar.

¿Y en el partido de nuestra vida? De una u otra manera, todos apuntamos a tener una vida buena y confortable, una carrera brillante, una familia modelo, paz y dirección. Corremos desesperadamente tras una y otra cosa, esperando anotar goles, sinónimo de éxito personal. En el afán de perseguir esa vida perfecta, vivimos estresados, llenando nuestro día a día con mil actividades, ansiosos por todo, y cuando este ritmo desenfrenado comienza a quitarnos la tranquilidad y a sobrepasar nuestras fuerzas, nos invaden el descontrol y las preocupaciones, junto a una cadena de rencores y culpas, más esa sensación de que estamos siendo desplazados por sucesos inesperados. Somos presa de la frustración al no poder alcanzar todo lo que habíamos anhelado. Nuestra fe se siente estancada y Dios parece distante.

Sin embargo, Dios es paciente con nosotros porque conoce nuestros corazones. Él sabe que necesitamos una paz tan reconfortante que supere todo lo que podemos entender y sea capaz de guardar nuestros corazones y pensamientos. Mateo 11: 28 y 29 es una invitación a acudir a Jesús para encontrar alivio para nuestra alma por medio de la paciencia y humildad, aceptando que no siempre las cosas saldrán de la manera que planificamos o cómo esperábamos. La paz de Dios protegerá nuestros corazones y mentes, mientras vivamos en Cristo Jesús.

En el partido de tu vida… aquello que buscas no se encuentra en perseguir todas las cosas, sino en una relación con el Salvador de tu alma. Si llevas tus frustraciones a Cristo y abandonas deliberadamente las preocupaciones y el enojo, darás paso a la creatividad, serenidad y sabiduría que necesitas para encarar tus desafíos. ¡Confía y cree! Dios te ha capacitado para abrir nuevos caminos.

Issette Cholima
Bálsamo, ministerio de consejería - Jazôn