ORAR BAJO UN CIELO ABIERTOMuestra
Su cuerpo partido por nosotros, nuestros corazones partidos por Él
Hace muchos años atrás, tuve una visión de lo más interesante. Vi una presa inmensa que retenía un gran río a un lado, pero al otro lado había terreno sediento, reseco y agrietado bajo el sol. Entendí que el río representaba la gloria de Dios, y la tierra reseca representaba al mundo. Sabía que era la voluntad de Dios que el conocimiento de su gloria ha de cubrir la tierra como las aguas cubren el mar, y por lo tanto dije: “Señor, ¿cómo romperá tu gloria ese muro inmenso?”. Entonces lo vi. Comenzaron a formarse en la presa roturas diminutas... fracturas del espesor de un cabello que parecían insignificantes. Pero pequeños chorritos de agua comenzaron a atravesar esas grietas diminutas. Las grietas continuaron, y yo observaba mientras comenzaron a caer pequeños chorros de agua. Poco después, salía el agua por todas partes y, de repente, en un momento, la inmensa presa fue derribada y el terreno reseco quedó cubierto por el agua. El Señor me habló diciendo: “Mi gloria cubrirá la tierra mediante personas partidas”.
Cuando Jesús partió el pan en la Última Cena, me asombró su declaración: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido” (1 Corintios 11:24). Se estaba refiriendo a su crucifixión, y cuando leí sus palabras, llegaron de inmediato a mi espíritu las palabras del apóstol Pablo en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”. ¡Qué confesión tan poderosa! Estar crucificado con Cristo: este es el quebranto que dará como resultado que su vida fluya a través de la nuestra hasta el mundo reseco y agrietado que nos rodea. “Y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”.
Pero ¿cómo podemos estar crucificados con Cristo? La realidad es que Jesús había entregado su vida mucho tiempo antes de ser clavado en la cruz. Oigamos su oración en el huerto: “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Esto es verdadero quebrantamiento. Es ahí donde tiene lugar la verdadera crucifixión, y es en esta entrega de nuestra propia voluntad y nuestros deseos donde nuestras oraciones son verdaderamente poderosas.
Escrituras
Acerca de este Plan
Jesús se declaró más que un profeta, más que un rabino, más que un libertador político, y más que un rey. Se declaró a sí mismo como el puente entre el cielo y la tierra, el vínculo entre Dios y el hombre, el portal que Dios ha abierto en la tierra que nos da acceso directo a los reinos celestiales.
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Nos gustaría agradecer a CfaN Christ For All Nations por proporcionar este plan. Para mayor información por favor visite: http://www.cfanlatino.org