Cuando Dios No Es La Única OpciónMuestra

El principio de la sabiduría 

Es difícil cumplir una promesa cuando creemos que la persona a quien se la hemos hecho no es merecedora de que la cumplamos. También es complicado acatar la orden de alguien a quien no le tenemos respeto o simplemente escuchar el consejo de alguien que no creamos que es sabio. Eso mismo les pasó a los israelitas con el Señor.

Las diez tribus de las que hemos hablado hasta hoy no tenían fidelidad, respeto ni obediencia alguna por el Señor. Como no le temían, no guardaban su Palabra y mucho menos cumplían la Ley de Dios en sus vidas. 

Su intención y su voluntad ya no eran a favor de Dios. Habían decidido desobedecer al Señor para adorar a sus otros dioses, porque para ellos su fe se había convertido en una religión más. No tenían una convicción real del Dios al cual habían servido sus antepasados porque su convicción del Señor los llevó a obedecerle fielmente, tal como lo dijo el rey Salomón en Proverbios al señalar que todo el que quiera ser sabio, debe empezar por obedecer a Dios. 

Recuerdo que en la carta a los Efesios, el apóstol Pablo se despide de la iglesia de Éfeso alabándola “por su amor inalterable para el Señor”, pero, increíblemente, unos años después, el Señor le llama la atención a esta misma iglesia “por haber perdido el primer amor hacia Él”. 

He reflexionado incansablemente en lo que pudo haberle pasado a esta iglesia y llegué a la conclusión de que ellos habían perdido ese amor porque habían dejado de buscar al Señor a través de la Palabra y la oración, habían dejado de tenerlo como su prioridad, le habían perdido el respeto, la obediencia y la fidelidad. 

Cuando amamos a alguien le obedecemos, lo queremos hacer sentir bien, lo respetamos y nos esforzamos por ser lo mejor posible con estas personas. 

Recuerdo que cuando mi esposa y yo éramos novios solía levantarme de madrugada para poder pasar a saludarla a su casa rápidamente antes de entrar a mi trabajo. Me iba bien temprano y pasaba cerca de su ventana y quería que ella supiera que yo estaba ahí, cumpliendo mi promesa de amarla cada día de mi vida. 

El amor requiere obediencia, fidelidad, sacrificio y mucho más cuando se trata de amar a Aquel que nos amó primero y a Quien dio la vida por nosotros en la Cruz del Calvario. ¿A quién le debes tu obediencia plena hoy en día? ¿Cómo está tu primer amor por el Señor?