Cartas AbiertasMuestra
Hablar y no callar
Cuando Jesús decía a los que habían sido sanados o habían experimentado algún milagro, que no se lo dijesen a nadie, hacían exactamente lo opuesto. Este es el caso del leproso que fue sanado, Jesús le dijo: “Mira, no digas a nadie nada.”
Sin embargo, a pesar de la instrucción que recibió de Jesús, no pudo contener su felicidad y Marcos 1:4 nos dice: “Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho.” Lo podemos entender, ¿verdad? Una sanidad como esa era difícil, si no imposible, que pudiese ser callada.
Imaginemos la alegría y el asombro de Jairo y su esposa al ver a su hija volver a la vida, o a los ciegos, quienes por el poder de Jesús recibieron la vista, o al paralítico de Betesda, quien después de cuarenta años pudo levantarse y caminar, sobrecogido por el milagro que acababa de ocurrir en su vida.
¿De verdad podrían callar? ¿Sería posible para ellos volver a su casa sin contar a gran voz lo que acababan de experimentar en sus vidas? Jesús obraba maravillas y les pedía que no lo contasen. Qué difícil sería para ellos callar lo que Jesús había hecho en sus vidas. Y hablaban, claro que hablaban. Era imposible callar, había que contarles a todos.
Cuando medito en este asunto de contar o no contar lo que Jesús hizo en tantas vidas, tengo que necesariamente pensar en todos los que hemos conocido a Jesús personalmente. Es decir, los que hemos sido libertados del pecado, redimidos, perdonados, justificados, y hechos partícipes de su naturaleza divina.
Entonces me pregunto, ¿Cómo es posible que ante tanta gracia y misericordia callemos el milagro de nuestra salvación? ¿Estaremos realmente conscientes del milagro tan extraordinario que ha ocurrido en nuestras vidas? Puede ser que nos hayamos acostumbrados de tal manera al regalo de Dios, que ya no nos sorprenda y no sea tan importante compartirlo.
Lo que estoy diciendo es trágico, porque la instrucción del Señor para sus hijos es que contemos las grandes cosas que Él ha hecho en nosotros. Es paradójico que, a diferencia de los que recibieron sanidades y milagros, el Señor nos haya enviado a los que hemos creído en Él a “contar cuán grandes cosas ha hecho Dios con nosotros” y no aprovechemos cada momento que tengamos para proclamarlo y exaltarlo.
Oremos para que seamos diligentes ante nuestro llamado a ser luces en medio de tinieblas, a ser sal de esta tierra y a proclamar las buenas nuevas de salvación para este mundo que se pierde. Somos esas cartas escritas por Dios para ser “conocidas y leídas por todos los hombres.” 2 Cor. 3:2
Acerca de este Plan
En este plan de cinco días, reflexionaremos sobre la misión que hemos recibido de Dios para ser cartas abiertas ante el mundo. Dios ha escrito un mensaje en nosotros con el fin de que seamos leídos por los que nos rodean. ¿Es el mensaje de nuestras palabras igual al mensaje de nuestra vida?
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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://facebook.com/GrettchenStage