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Cartas Abiertas

DÍA 4 DE 5

Una luz que no parpadea

En la naturaleza encontramos diversos animales que emiten luz. Uno de los que más me asombran son las luciérnagas, que producen un brillo característico que es, por lo general, intermitente. En una ocasión, en medio de la oscuridad de la noche, pude ver un espectáculo hermoso de muchos pinos altos forrados de estos insectos. Fue una experiencia mágica, era como si alguien se hubiese tomado el tiempo de adornarlos con luces haciéndoles parecer árboles de navidad gigantescos. 

Es interesante que, aunque los seres humanos no tenemos “luz propia” como estos llamativos insectos, sí podemos brillar. Hablo de la capacidad que tenemos de brillar los que somos hijos de Dios por la fe en Jesucristo. No es nuestra la luz, no proviene de nosotros. Ocurre que como Cristo, que es la Luz del mundo, (Jn. 8:12) habita en nosotros, Él nos da la habilidad de emitir Su luz a través de nuestras vidas. 

Este mundo que tiene su corazón cada vez más entenebrecido, necesita a gritos de la luz que Dios ha puesto en nosotros. Es lamentable que haya algunos cuya luz, como la de las luciérnagas, sea intermitente. A veces alumbran con sus buenas obras y otras se apagan faltando al testimonio que Dios espera de ellos. Mientras alumbran son buenos testigos y los demás pueden percibir la luz de Jesús en ellos. Por el contrario, cuando andan en sus propios caminos desviándose de la verdad del Evangelio, su luz viene a ser como la pobre llama de una vela casi muerta.

El asunto es que Dios nos ha dado su Luz para que nosotros alumbremos este mundo siempre, no a veces ni en ocasiones. Jamás nuestra vida cristiana debe parecer un “dimmer” que sube o baja la intensidad de nuestra a luz de acuerdo a la ocasión. El Señor Jesús nos dice que somos la luz del mundo, que nuestra luz debe alumbrar a los que están en casa pero también tenemos que alumbrar a todo hombre. (Mt. 5:14-16) Esta importante misión nuestra de iluminar el  mundo no es de ratitos ni para unos pocos. Nuestra lámpara, que es nuestra vida, debe estar alumbrando siempre.

Andar como hijos de luz es caminar como lámparas encendidas. Esta es la voluntad del Señor. Oremos para que su luz brille en nosotros en todo momento, para que  los que andan en oscuridad puedan ver a Cristo en nosotros. 

Luces, cartas, semillas, sal, todas apuntan hacia una sola cosa, que Cristo sea visto en nosotros y el mundo reciba su mensaje de salvación.


Día 3Día 5

Acerca de este Plan

Cartas Abiertas

En este plan de cinco días, reflexionaremos sobre la misión que hemos recibido de Dios para ser cartas abiertas ante el mundo. Dios ha escrito un mensaje en nosotros con el fin de que seamos leídos por los que nos rodean. ¿Es el mensaje de nuestras palabras igual al mensaje de nuestra vida?

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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://facebook.com/GrettchenStage