[Grandes Versos] Siete «Quien» Del Libro De Los SalmosMuestra

¿Quién es la razón de tu misión?

Desde Génesis hasta Apocalipsis, vemos que Dios es un Dios misionero. La preocupación de Dios nunca fue solo con Israel, sino con todas las naciones de la tierra. El Salmo 96 es uno de los grandes pasajes misionales de todo el Antiguo Testamento. Con el versículo 3, llegamos al corazón mismo del propósito misionero de Dios.

¿Cuál es la motivación que está detrás del trabajo misionero? No es nuestro amor por la gente, aunque en sí mismo es muy importante. No es nuestra preocupación por la salvación de las personas, por esencial que sea. No, la motivación más alta para las misiones está centrada en Dios, no se encuentra centrada en el hombre.

Las misiones deben ser alimentadas por un ardiente deseo de ver el nombre de Dios exaltado en todo el mundo. Las misiones, ante todo, tienen que ver con la gloria de Dios, no con la salvación de las personas. Las misiones consisten en exaltar el nombre, el honor y la gloria de Jesucristo entre todos los pueblos del mundo. Toda lengua, tribu, nación y pueblo debe proclamar la gloria de Jesucristo como Rey de reyes y Señor de señores.

El pastor John Piper escribió:

El objetivo final de todas las cosas es que Dios sea adorado con pasión por una compañía redimida de innumerables cantidades de cada tribu, lengua, pueblo y nación (Apocalipsis 5:9 y 7:9). Las misiones existen porque la adoración no lo hace. Cuando el reino finalmente llegue en gloria, las misiones cesarán. Las misiones son penúltimas; la adoración es última. Si olvidamos esto y revertimos los roles, la pasión y el poder para ambos disminuyen.

El líder cristiano John Stott sonó una nota similar:

Deberíamos estar «celosos» por el honor de su nombre: angustiados cuando permanece desconocido, heridos cuando se ignora, indignados cuando se blasfema, y todo el tiempo ansiosos y decididos a que se le dé el honor y la gloria que se merece. El más alto de todos los motivos misioneros no es ni obediencia a la Gran Comisión (tan importante como debe ser), ni amor por los pecadores que son alienados y están pereciendo (tan fuerte como ese incentivo), sino más bien celo ardiente y apasionado por la gloria de Jesucristo.

Antes de este objetivo supremo de la misión cristiana, todos los motivos indignos se marchitan y mueren.