AMEMOS SIN MEDIDA

Recuerdo que en el año 2012, un gran amigo me invitó a trabajar en su fundación. Allí se ayudaba a jóvenes con problemas de drogadicción, conductas, temperamentos y demás. A partir de ese momento, yo sería el líder espiritual del lugar.

La fundación estaba ubicada fuera de la ciudad, un lugar bastante retirado de mi casa; sin embargo, contaba con 8 días de descanso al mes, en los cuales, podía viajar y visitar a mi familia. Mi trabajo allí, básicamente consistía en aconsejar, orar y servir a estos muchachos, que por cierto, tenían una gran necesidad de Dios.

Al iniciar este trabajo, obviamente tuve que dejar a mi familia, mis amigos, mi pasión por la música y muchas otras cosas más. Pero a decir verdad, yo estaba dispuesto y sabía que Dios estaba usando esta oportunidad, para moldear mi carácter.

Casi después de haber cumplido 10 meses trabajando en ese lugar, en Soacha estaban organizando un gran evento evangelístico, al cual fui invitado. Para esto, tuve que solicitar unos días de permiso, pues, me era necesario, estar en mi casa, ya que no podría trasladarme todos los días, desde la fundación hasta Soacha.

Finalmente, me fue otorgado el permiso, y así comenzó esta nueva aventura. El evento tuvo una duración de una semana, y recuerdo que predicamos en los colegios, calles, plazas y en todo lugar donde nos dieron entrada. Llevamos conciertos de rap, break dance, y compartimos testimonios de vida. Fue una semana bastante dura, pero esto no nos limitó, para hacer que muchos jóvenes fueran transformados por el poder del Espíritu Santo.

Al finalizar el evento, y antes de partir para mi lugar de trabajo, noté que una de las habitaciones de mi casa, se había convertido en el lugar donde reposaban cientos de bolsas, que contenían peticiones de los jóvenes que habíamos evangelizado en aquella semana. Uff, fue bonito ver esto, pero a la vez causó en mi algo de incertidumbre. Así que me acerqué a Dios en oración para preguntarle ¿y ahora quién se encargará de pastorear a estos muchachos?

¿Que pasará con ellos de aquí en adelante?

En medio de mi clamor, entendí que Dios me llamaba y me decía "tú lo harás". ¡Wooo! Sentí que Dios me estaba confiando esta labor. No sería fácil. Tendría que renunciar al trabajo que venía haciendo en la fundación y comenzar de nuevo, con este desafío. Pero, me lancé. Le creí a Dios. Sabía y estaba convencido, que Él se encargaría de mi vida y de mi familia. Así que inmediatamente obedecí. Llegué a la Fundación a hablar con mi amigo, que también era mi jefe. No dudé en contarle lo que estaba sucediendo, teniendo en cuenta que él también es cristiano. Luego de unas horas de conversación, recuerdo que me dijo "si Dios te ha dicho eso, hazlo".

Fue a partir de este momento, que tomé la decisión de servir a Dios de tiempo completo. El solo hecho de acordarme de las peticiones de aquellos jóvenes necesitados de Dios, me tenía el corazón reventado de dolor. Debo decir, que no fue una decisión fácil. Vivir por fe, creer que Dios nos sostendría y levantaría una iglesia, no es sencillo.

Entre muchas otras cosas, tuve que trabajar para sostener mi casa vendiendo comida en la calle. Junto con mi esposa y algunos amigos, comenzamos nuestra iglesia en el garaje de mi casa. A los 3 meses, ya estábamos alquilado un local. Estábamos dispuestos a todo, a cambio de hablar de Jesús y predicar su salvación.

El amar sin medida a los demás, nos lleva a hacer cosas locas. Pero así mismo, podremos experimentar el respaldo de Dios de una forma sobrenatural. Si Él te envío a hacer algo, coloca en tu corazón la mejor disposición para salir del confort de tu vida diaria y monótona. Porque ahí, es donde nace la fe compasiva.

Dios nos impulsa a hacer su voluntad y nos lleva a ver su corazón, a través del amar sin medida.