Llegaron Ya...Muestra

¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.

Aunque no se menciona con exactitud cuántos eran, si vemos que los magos venían guiados por la estrella a adorar al Rey. Sin importar la distancia ni los recursos ni mucho menos el cansancio que demandara su viaje, tenían claro en su corazón el propósito de su viaje.

La estrella es aquí esencial en este relato. La estrella se dedicó básicamente a hacer aquello para lo que fue creada, brillar. Brillar para guiar al objetivo correcto, Jesús. La iglesia debe tener la esencia de la estrella para brillar en la oscuridad y llevar a la gente directo a Cristo sin objeciones ni impedimentos, sin rituales ni pautas impuestas por hombres, sino ser solo una luz que guía sin escalas a “La luz Verdadera”.

La iglesia que no evangeliza como un evento aislado sino que lleva a Cristo a todos lados y se reúne una o dos veces por semana para adorar juntos, llevar las cargas unos con otros y confirmar a través del mensaje semanal la palabra que el mismo Dios le dio a cada uno en su propio devocional.

Hacer lo que debemos hacer no lleva cansancio físico en nosotros, la estrella brilla porque fue hecha para eso, no espera recompensa ni reconocimiento de nadie sino que cuando su luz guía pasa a cumplir su propósito. Hay un solo propósito en cada uno de nosotros y es vivir para Cristo. Ya no importa lo que hacemos ni lo que somos sino para quien vivimos. Cada vez que le decimos a alguien que “Dios tiene un propósito con su vida” debemos revelarle que ese propósito es vivir para Su gloria, luego si esa persona llega a viajar por el mundo llevando la palabra de Dios o haciendo música, lo hará como consecuencia de haber creído a la enseñanza correcta.

El relato de los magos en la Biblia nos deja como enseñanza que muchas de las cosas que nos acontecieron o nos acontecen son la luz de la estrella, que sin emitir sonido alguno nos llevó directamente al Rey, y nos dejó postrados a sus pies para siempre, adorándole y entregando todo lo que somos, rindiendo nuestros “tesoros” al Tesoro que es Cristo.