Preparados para la guerra Muestra

Baja de la montaña

• Seis días después, Jesús llevó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan a una montaña alta donde estaban solos. Allí, frente a ellos, Jesús se transformó. Su cara comenzó a brillar como el sol, y su ropa se volvió tan blanca como la luz. Entonces se les aparecieron Moisés y Elías hablando con Jesús. Pedro le dijo a Jesús: —Señor, qué bueno que estemos aquí. Si quieres hago tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Mientras Pedro hablaba, una nube brillante los envolvió y desde la nube se escuchó una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado con el que estoy muy contento. ¡Escúchenlo!» Cuando los seguidores oyeron esto, se asustaron tanto que cayeron al suelo. Entonces Jesús vino, los tocó y dijo: —Levántense y no tengan miedo. Los seguidores miraron para todos lados, pero ya no vieron a nadie, solo a Jesús. Cuando estaban bajando de la montaña, Jesús les ordenó: —No le cuenten esto a nadie hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos. Mateo 17;1-9

Como Pedro, queremos habitar para siempre en la presencia de Dios, permanecer en su habitad, hablar con Él, no aceptar la realidad de convivir en sociedad con dificultades que este conlleva.

Jesús sabía que Pedro no estaba preparado para vivir en tal prodigiosa majestad, le regaló la experiencia, el momento de sentirse tan cerca de Dios, y en su maravillosa misericordia le dijo que no tuviera miedo, bajando de la montaña les dio la esperanza de la resurrección.

Deberemos nosotros también, bajar de la montaña, a vivir en sociedad sabiendo que Cristo nos aguarda con los brazos abiertos; incentivarnos a ser fuertes porque nos ama, y así como Pedro, sentir de su presencia diciéndonos "No temas" y "Espérame que ya iré por ti".