La Rebelión De Los SantosMuestra

La epístola de Santiago critica de forma específica el favoritismo. Ya en la iglesia primitiva, los cristianos nos inclinábamos a hacer acepción de personas a favor de los más ricos o prestigiosos. Contra ellos arremete Santiago, que se pregunta: «¿cómo pueden afirmar que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo si favorecen más a algunas personas que a otras?» (St. 2:1).

Dudo que en la historia del pueblo de Dios se haya hecho mayor acepción de personas contra un grupo en particular que contra las mujeres. Aunque los evangelios nos cuentan que fueron mujeres las que comunicaron a los incrédulos discípulos la noticia más importante de todas —que nuestro Señor había resucitado—, hemos encontrado un sinfín de justificaciones para acallar o minimizar sus palabras.

El Nuevo Testamento está lleno del testimonio de mujeres comprometidas con el Reino de Dios. De hecho, muchas siguieron a Jesús y algunas fueron parte crucial de su ministerio (Mt. 27, Lc. 8); este dato de por sí es bastante inusual considerando el rol doméstico al que estaban confinadas en la sociedad de su tiempo. A pesar de esto, la iglesia ha encontrado diversas maneras de marginar a la mujer.

La acepción de personas se ha manifestado no solo en la atribución de características morales inferiores sino también en su exclusión de muchas responsabilidades eclesiales. La pregunta de Santiago sigue resonando hoy: ¿Cómo podemos afirmar que tenemos fe en Jesús si favorecemos más a algunas personas que a otras?

Si queremos acercarnos al modelo del Señor, necesitamos rechazar los márgenes que nosotros mismos inventamos para marginar al prójimo, para ponerlo en el margen. Identificarnos con Cristo implica no solo resistir al pecado personal, íntimo, ese que llevamos dentro; significa también luchar activamente contra las estructuras de pecado y opresión que sostienen el trono del príncipe de este mundo.