El Tercer OjoMuestra

El primer ojo: físico

Un estudio revela que el 89% de lo que aprendemos es a través de la vista. Tan solo el 10% se relaciona con el oído. Los neurocientíficos afirman que en el cerebro existen 30 partes que se relacionan directamente con la visualización. Según los eruditos que trabajan en el campo de la medicina, si suponemos que el cuerpo del hombre vale 1,000 dólares, los ojos valen 900 dólares.

El ser humano tiene cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el tacto y el gusto. Pero, observa con atención que la vista es la que mayor alcance tiene. Es decir, uno puede observar aun las estrellas del cielo que se encuentran a quizás miles de años luz de distancia. Pero, no sucede lo mismo con otros sentidos. El segundo sentido con mayor alcance es el oído. Por ejemplo, podemos “ver” el rayo, y luego “oír” el ruido del relámpago. Aun así, no alcanzamos oír todos los sonidos de los rayos que anticipan una tormenta. Luego viene el olfato. Entramos a un lugar cerrado, y podemos oler el fuerte aroma de las flores, por ejemplo. Y luego, “tocamos” las flores después de haber percibido el origen del aroma.

Por último, viene el gusto. A diferencia de la vista, el gusto es el que menor alcance tiene. De hecho, el gusto se distingue por interiorizar el objeto que captamos con nuestros sentidos que luego termina en una fusión de dos elementos distintos. Por ejemplo, cuando Jesús tomó la copa y dijo: “Esto es mi sangre de pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados” (Mateo 26:28), ese vino no solo es objeto del sentido, sino de una fusión de dos sustancias independientes. Por eso, cuando el salmista dice: “Gustad a Jehová”, o “Prueben y vean que el Señor es bueno” (Salmo 34:8), lo que está queriendo decir es que Dios está en nosotros, no fuera; sino dentro de nosotros. Juan 14:20 dice: “En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes”.

En pocas palabras, la vista es el sentido con mayor alcance. Por alguna razón, Dios dijo a Abraham que visualizara la tierra, y contara las estrellas del cielo. La visualización lo lleva a superar la realidad que se ve. Quizás no puedas oír, oler, tocar o gustar ahora mismo. Pero, abre tus ojos espirituales, y “ve” las promesas que Dios tiene para ti. Lo que para Abraham eran las estrellas, para nosotros es la Palabra de Dios.