Del Desprecio a la Alabanza

Si le preguntamos a Lea si es posible pasar del desprecio a la alabanza, ella nos contaría su historia.

• No poseía la belleza de su hermana Raquel (Génesis 29:17 NTV).
  • No había brillo en los ojos de Lea, pero Raquel tenía una hermosa figura y una cara bonita.
• Vendida por su padre a Jacob como esposa (Génesis 31:15 NTV).
  • Él ha reducido nuestros derechos a los mismos que tienen las mujeres extranjeras, y después de habernos vendido, derrochó el dinero que tú le pagaste por nosotras.
• Buscaba ser amada por su esposo (Génesis 29:31 NTV).
  • Cuando el Señor vio que Lea no era amada, le concedió que tuviera hijos, pero Raquel no podía concebir.

Vemos en la vida de Lea esa búsqueda de amor y aceptación. La Palabra nos relata que Dios, al ver como era menospreciada Lea, permitió que pudiera concebir. En cambio, Raquel su hermana y esposa también de Jacob, era estéril. Lea pensó que al tener la dicha de darle hijos a su esposo sería amada por él.

Cuando llegó su primer hijo dijo: “El Señor ha visto mi sufrimiento; ahora sí me amará mi marido”. Lea le puso por nombre Rubén, el cual significa “mira, un hijo".

Nuevamente Lea concibió y dijo: “El Señor ha oído que no soy amada, y por eso me dio este otro hijo”. El nombre de su segundo hijo fue Simeón, que significa “Dios ha escuchado".

Llegó el tercer hijo y dijo: “Seguramente ahora sí me amará mi marido, puesto que le he dado tres hijos”. Este tercer hijo se llamó Leví: “el que une a los suyos".

No es hasta que llega ese cuarto hijo que ella expresa: “Ahora alabaré al Señor”. Y le puso por nombre Judá: “agradecimiento con alabanza".

Esta mujer buscaba ser amada, tenía una necesidad en su vida, la cual pensó que sería suplida por su esposo. A pesar de tener la capacidad de darle hijos a Jacob, esto no hizo que su esposo llenara su necesidad de amor y aceptación. Cuando llega este cuarto hijo, vemos una expresión completamente diferente en Lea, “ahora alabaré".

Por mucho tiempo podemos estar buscando en lugares incorrectos ese amor perfecto que proviene de una relación con Dios. Muchas veces, buscamos nuestra afirmación y valor en otras personas, a través de las cosas que hacemos, en nuestros logros y triunfos. Pero al final, seguiremos sintiendo ese vacío que solo el amor de Dios puede llenar completamente. Nuestro valor no proviene de lo que podemos hacer, nuestro valor proviene cuando podemos aceptar el amor incondicional de Dios.

No busquemos llenar a medias lo que solo se puede llenar en Dios. Cuando le damos la oportunidad a Dios de llenar nuestras vidas, todas nuestras necesidades emocionales, espirituales y aún naturales, comienzan a ser suplidas de una forma completa y permanente.

Encontrar nuestro valor en el amor de Dios, que fue capaz de dar a Su propio hijo por amor, provoca alabanza y agradecimiento en nuestros corazones. Su amor no tiene condiciones, su amor no cambia. Recibir y llenarnos de ese amor que viene del Señor, nos lleva a hacer la misma expresión que hizo Lea, “ahora alabaré al Señor”.

Recuerda a diario que no tienes que hacer nada para que Dios te ame, Él te ama. Ese es el verdadero amor que lo llena todo. Cuando te encuentres dudando de tu valor, recuerda la obra de Cristo en la cruz por ti. Permite que Su amor llene por completo todo tu ser. El amor del Señor cambiará el desprecio en alabanza. Su amor te hará cantar, levantar alabanzas y disfrutarás de una vida plena en Él.