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LA LLUVIA ES LA BENDICIÓN DE DIOS

Una variedad de pasajes se centran en este fenómeno climático que es necesario para que el ciclo de la naturaleza y vida se den correctamente. El Señor, nuestro Dios, es quien hace llover sobre justos e injustos. Esto refiere a que la mano de Dios y Su poder es tan inmenso que no hay nada ni nadie que pueda detenerlo, y que esta lluvia está disponible y al alcance de cada uno de nosotros.

Si bien Dios no está físicamente para dirigirnos hacia Su voluntad, acompañada de esta bendición tan anhelada, tenemos como guía Su palabra, que si no la escudriñamos será difícil conocer el camino. Además, la comunión con Él es esencial, porque si no separamos un tiempo para esto, probablemente no lo haremos, porque toda actividad y relación conllevan tiempo de dedicación.

En el Primer libro de los Reyes capítulo 8, versículos 35 y 36 dice: Cuando tu pueblo peque contra ti y tú lo aflijas cerrando el cielo para que no llueva, si luego ellos oran en este lugar y honran tu nombre y se arrepienten de su pecado, óyelos tú desde el cielo y perdona el pecado de tus siervos, de tu pueblo Israel. Guíalos para que sigan el buen camino, y envía la lluvia sobre esta tierra, que es tuya, pues tú se la diste a tu pueblo por herencia.

En estos dos pasajes vemos que la lluvia es quitada por desobediencia del pueblo. Todos los que creemos en Él somos Su pueblo (Israel) hoy en día, y si desobedecemos habrá escasez de lluvia en nuestras vidas. A pesar de esto, nuestro Padre Altísimo siempre nos perdona porque Su amor es mucho más grande que cualquier cosa.

Realmente como hijos de Dios debemos hacer todo honrándole. Adorarle no se trata, solamente de asistir una mañana a la iglesia o de únicamente cantar alabanzas a Su nombre, sino que se trata de que todo lo que hagamos sea hecho de corazón como si para El Señor fuera hecho y no para los hombres (Colosenses 3:23).