Fuera Del DesiertoMuestra
Deja atrás el desierto
El desierto es un lugar de tierra árida y seca a causa de la poca o ninguna lluvia. La flora y la fauna escasean porque no tienen un lugar adecuado para sobrevivir. Las temperaturas son extremas, variando desde un calor abrasador a un frío congelante bajo cero. Muchos de los desiertos se caracterizan por encontrarse en ellos serpientes venenosas, escorpiones, roedores y aves rapaces. Así es que, como ven, no es el mejor lugar para estar.
Dadas todas esas características, a menudo se usa la imagen del desierto para describir espacios en la vida en los que, por las circunstancias que se experimentan, la sensación que tiene el alma es la de estar en un desierto. Así se sentía David cuando le dijo a Dios: “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas.” Sal. 63:1
Puede ser que te hayas sentido así en algún momento de tu vida, o tal vez sea esa tu experiencia actual, el asunto es que el desierto tiende a quitar las fuerzas, a traer desánimo y desaliento. Esa sed de la que habló David, es debilitante. Los sentidos se van afectando, no podemos ver con claridad y la mente tiende a divagar por senderos que no son los más saludables.
¿Qué hacer? Hay que dejar atrás el desierto. No conviene en lo más mínimo permanecer en éste. No es que las circunstancias cambien o no, es que levantemos los ojos y veamos a nuestro Dios presto a socorrernos, a saciar la sed de nuestra alma, a dar vigor y fortaleza a nuestros brazos caídos. El desierto es ese lugar que existe en nuestra mente pero que no es el lugar en el que Dios quiere que estemos.
Dios dice: “Los afligidos y menesterosos buscan las aguas, y no las hay; seca está de sed su lengua; yo Jehová los oiré, yo el Dios de Israel no los desampararé. En las alturas abriré ríos, y fuentes en medio de los valles; abriré en el desierto estanques de aguas, y manantiales de aguas en la tierra seca.”Sal. 41:17-18
Si leemos con detenimiento este hermoso versículo, veremos primero dos cosas importantísimas: Dios oye el clamor del afligido y Dios no nos desampara. Cuando internalizamos esa verdad tan contundente y la creemos, ya hemos empezado a dejar atrás el desierto. En segundo lugar vemos la acción de Dios: “abriré ríos, fuentes, estanques de aguas y manantiales.”
Toda esa intervención divina se traduce en paz, en reposo, en confianza, en fuerzas. Nuestra alma va dejando la imagen de un desierto seco y va dirigiéndose a una imagen de verdor, de aguas cristalinas, de sosiego. Las circunstancias no han cambiado pero nuestra alma se sabe protegida por Dios y nuestra alma se siente saciada del agua de vida.
Es en ese lugar que se vio David, cuando declaró: “En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará.”Sal. 23:2
Escrituras
Acerca de este Plan
Los seres humanos pasamos por circunstancias que se asemejan a la estadía en un desierto. Ese tiempo de sequedad se empeora en la medida en la que se sigue experimentando la aridez en el desierto sin tener la más mínima esperanza de salir. En este plan reflexionaremos sobre la lluvia de Dios que llega para cambiar el desierto en ríos y que nos bendice permitiéndonos salir fuera del desierto.
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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://facebook.com/GrettchenStage