Fuera Del DesiertoMuestra
Agua para tu sed
Es muy común encontrar en las Escrituras ilustraciones que nos ayudan a entender mejor lo que se nos quiere decir. Jesús utilizó mucho las parábolas como método para enseñar. Él quería ilustrar lo que decía, aunque muchos no las entendieran y Él tuviera que explicarlas.
Una de las figuras con la que más nos podemos identificar es aquella que hace referencia a la sed del alma. Como es de todos conocido, los seres humanos no podemos vivir sin agua. El cuerpo nos da el mensaje de que tenemos sed para que no olvidemos suplir esa vital necesidad.
Pero, cuando la biblia nos habla acerca de la sed del alma, ¿qué es lo que realmente significa? ¿Cómo se puede estar sediento en nuestro ser interior? ¿Qué signos nos da nuestra alma para que reconozcamos la sed que ella tiene? ¿De qué puede tener sed nuestra alma?
La mayor necesidad que tenemos es la sed de Dios. Así como es necesaria el agua para el cuerpo lo es Dios para el ser humano. Cuando el salmista le hablaba a Dios de su sed, expresó lo siguiente: “Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo.” Sal. 42:2 Sólo Dios puede satisfacer la sed del alma, esa necesidad de sabernos saciados por la realidad de tener a Dios en nuestras vidas.
Esa sed no la puede saciar nada ni nadie que no sea Dios. Por eso, el mundo en su confusión y su ignorancia, trata de darle a su alma un agua diluida, turbia, contaminada que jamás puede ni podrá calmar la sed de su alma.
Cuando Jesús se encontró con la mujer samaritana y mantuvo con ella una conversación, le trajo una revelación de vital importancia. Haciendo un marcado contraste entre el agua física y el agua de vida para el alma, Jesús le dijo: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” Jn. 4:14
Aunque no lo entendió a cabalidad, la samaritana le hizo una petición a Jesús que debiera ser el anhelo de todo ser humano. “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.”Jn. 4:15 Sólo Jesús, que es el agua de vida, puede saciar nuestra sed. Hay momentos en que parece que lo que mejor describe la condición de nuestra alma son las palabras desierto, sequía, sed.
Lo maravilloso es que podemos ir confiadamente, a Aquél que puede saciar la sed de nuestra alma. Recordemos que el agua de Dios nunca deja de fluir porque es inagotable. “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida.” Is. 44:3
Escrituras
Acerca de este Plan
Los seres humanos pasamos por circunstancias que se asemejan a la estadía en un desierto. Ese tiempo de sequedad se empeora en la medida en la que se sigue experimentando la aridez en el desierto sin tener la más mínima esperanza de salir. En este plan reflexionaremos sobre la lluvia de Dios que llega para cambiar el desierto en ríos y que nos bendice permitiéndonos salir fuera del desierto.
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Nos gustaría agradecer a Grettchen Figueroa por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: http://facebook.com/GrettchenStage