Desafíos De La Nueva GeneraciónMuestra

Mateo 23 cuenta que Jesús, ya harto de la provocación de los líderes religiosos, sacó dos referencias de Levítico 11 para construir una maravillosa metáfora. La primera mención provenía del versículo 4: «No puedes comer los siguientes animales que tienen las pezuñas partidas o que rumian, pero no ambas cosas. El camello rumia, pero no tiene pezuñas partidas, así que es ceremonialmente impuro para ti». La segunda referencia, un poco más adelante, afirmaba: «Los insectos que se te permite comer incluyen toda clase de langostas, langostones, grillos y saltamontes. Todos los demás insectos alados que caminan sobre el suelo son detestables para ti» (11:22,23). Los judíos piadosos solían colar las bebidas para evitar tomar algún insecto que pudiera caer accidentalmente en el vaso.

Con ese telón de fondo y con una inmensa precisión hermenéutica, Jesús les dijo: «¡Guías ciegos! ¡Cuelan el agua para no tragarse por accidente un mosquito, pero se tragan un camello!» (Mt. 23:24). El pecado de los líderes religiosos era la miopía: eran fieles hasta la obsesión en cosas insignificantes, pero mostraban la más terrible de las infidelidades en los asuntos realmente significativos. Podían dar cátedra de rectitud en cuestiones secundarias y al mismo tiempo heder a injusticia.

Muchos creyentes y comunidades cristianas se jactan de no imitar «las conductas ni las costumbres de este mundo» (Ro. 12:2). Son analistas puntillosos de los hábitos culturales y escanean con fervor puritano cualquier indicio de mundanalidad para evitar que se propague. Quieren “sacar el mundo de la Iglesia” y lo encuentran infiltrado por doquier. No dejan que entren en la Iglesia bajo ningún concepto todas esas “cosas del mundo”.

Y, sin embargo, sin hacer mucho escándalo, pasan por ese estricto filtro los pecados más estructurales, los que traen consecuencias más terribles y duraderas, los que causan daños reales a personas reales. Como pasaba con los fariseos de antaño, algunos también hoy «se cuidan de dar el diezmo sobre el más mínimo ingreso de sus jardines de hierbas, pero pasan por alto los aspectos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fe» (Mt. 23:23).

No conformarnos a este mundo no es una invitación para que nos refugiemos en un gueto religioso, amurallado por prácticas sectarias y poblado por productos de consumo para la subcultura cristiana. El Evangelio nos convoca, más bien, a poner la mirada en lo que realmente importa y, bajo esa luz, exponer al examen a todo lo demás.