Confía en Dios

A todos, tarde o temprano, nos tocará experimentar una crisis espiri­tual tan fuerte que va a hacer temblar los cimientos de nuestra fe. En ese momento, cuando nos sentimos incapaces de afrontar lo que está ocurriendo, nuestras certezas desaparecen y parece que hay un telón de acero entre Dios y nosotros. La oración se siente fría y la Biblia vacía. A ese momento de desolación, donde somos invadidos por una sensación de abandono divino, lo conocemos como la «noche oscura del alma». Muchos cristianos sinceros han hablado de su noche oscura del alma en sus diarios personales.

Los salmos están repletos de versos como este, los cuales pare­cen que no se escribieron con tinta, sino con lágrimas:

«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salva­ción, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mí reposo. Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel».

El Salmista expresa su angustia ante la sensación de abandono divi­no, pero, la pregunta es: ¿realmente ha sido abandonado? Sin duda, a él le parece que sí, en ese momento. Porque una noche oscura es sombría para nuestra alma, ya que no tenemos garantías de que lo que está ocurriendo tenga sentido y, en última instancia, pueda ser beneficioso de alguna manera. Somos despojados de nuestro mundo tal cual lo conocemos y parece que Dios no hace nada para evitarlo. De hecho, parece que ya no está. Pero si algo nos revelan las histo­rias de sufrimiento de los protagonistas de la Biblia es que Dios no nos ha abandonado, permanece a nuestro lado, pero en silencio.Lo que he des­cubierto en mis propias noches oscuras es que, cuando Dios guarda silencio, es porque está concentrado, haciendo algo en mi alma.