Él Sana Nuestras HeridasEjemplo

Él me alcanza…

En la carrera de la vida, hay oponentes que intentarán hacernos caer. El RENCOR va en primer lugar. Es aquella habitación llena de pinzas esperando a que entremos para traernos recuerdos desagradables. “Véngate, es la mejor decisión” dice mientras sonríe.

En segundo lugar, va el ORGULLO. Es aquel que te invita a vanagloriarte en un mundo de falsas ilusiones. No te dice: “si no puedes solo, busca ayuda”, pero te susurra al oído: “depende de ti, sólo de ti y de nadie más”.

En tercer lugar, está la ENVIDIA. Ella quiere lo que tiene el otro para verse mejor que ese mismo. No quiere ver a su ser querido triunfar, más bien, lo quiere ver caer en las profundidades del fracaso.

En cuarto lugar, está la DEPRESIÓN. Ve todo, aunque está ciego, pero lo ve de la peor forma posible. Vive en las 4 paredes de las habitaciones de muchos en este planeta, y se alimenta de sus pensamientos victimarios y de cómo se ofenden con las opiniones de los demás.

En quinto lugar, está el PESIMISMO. La negatividad es su alma gemela, y no quiere subir, sino quedarse estancado o seguir bajando en sus absurdas opiniones en contra de su contrincante el OPTIMISMO. Prefiere ver como malo, lo que realmente es bueno y da paz a nuestra vida.

En sexto lugar, estoy YO, que poco a poco aumento la velocidad, y voy sobrepasando a los demás corredores. Al PESIMISMO, le pasé con optimismo. A la DEPRESIÓN, le pasé con la aceptación y control de mi vida. A la ENVIDIA, le pasé con empatía. Al ORGULLO, le pasé con humildad. Al RENCOR, le pasé con el perdón. Pero, olvidé a aquel que iba en séptimo lugar…

En séptimo lugar, está JESÚS. Es aquel que antes de que empezara la carrera, me regaló sus zapatillas que fueron las herramientas para sobrepasar a cada uno de los corredores. De todos modos, me alcanzó y ganó la carrera en primer lugar, dejándome a mí en segundo. Me hizo dominante de aquellos corredores y no pude creer cómo lo hizo… entregó sus zapatillas por mí en la cruz, corrió descalzo por mí, y a pesar de todo eso, me alcanzó para hacerme ganar con Él. Así pude entender que no se trata de mí, se trata de Cristo. Se trata de su amor por mí, no de mis esfuerzos humanos y vanos para alcanzar el éxito o cambiar mi vida. Cuando nos alcanza, nos encuentra heridos por los tropiezos de la vida. Sin ganas de avanzar, ni tampoco de luchar. Nos venda y nos da las fuerzas necesarias para seguir corriendo en la pista de la vida, pero esta vez agarrados de su mano poderosa que nos libra de todo mal.

- Richard Paredes.